Son gigantes

A mí me gusta pensar que toda buena historia que se ha escrito tiene que estar enmarcada de algún modo por las luchas entre pueblos y naciones. Los mejores libros de espías, los westerns o las novelas históricas más memorables tienen siempre sobrevolando el fantasma de la guerra como la sombra de un cuervo que acompaña al ser humano igual que una maldición. Norman Mailer lo escribió en 'Costa Bárbara': «los fenómenos que definen el mundo de hoy son la guerra y la preparación de una nueva guerra».

Ahora estoy terminando 'Una isla en el Mar Rojo', la vivencia novelada de Wenceslao Fernández Flórez en el Madrid revolucionario y sitiado de la Guerra Civil. Lees un párrafo de ese infierno, los aviones, las sirenas y las bombas, las sacas de los milicianos entre el hambre y el terror y es una cosa de locos levantar los ojos del libro, mirar el móvil y ver las noticias de Ucrania; esta vez no son molinos, son gigantes de verdad. Jünger tenía razón, los periodos prolongados de calma favorecen ciertas ilusiones ópticas y hemos despertado de golpe de esa ensoñación narcótica. Creíamos que, como el cáncer, la guerra es algo que solo les sucede a los demás.