La solución a los problemillas internos por los que atraviesa el PP en La Rioja se va a llamar con toda probabilidad gestora. Suena a frío, a impersonal, a etéreo e incluso a virtual. Un remedio a las bravas que se adopta en momentos excepcionales ... y que, al menos, visto desde fuera, pone en cuestión la capacidad de los populares riojanos para alcanzar un acuerdo sobre el futuro del partido y sobre su cabeza de cartel a poco más de siete meses para las elecciones municipales y autonómicas.

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No sé yo si el nombramiento de la gestora aliviará la tensión interna de un partido descabezado o si por el contrario, el PP será el mejor director de campaña del PSOE. Nunca antes los socialistas habían tenido el camino tan despejado para reeditar su gobierno, incluso sin la consejera Raquel Romero, quien, por cierto, poco ha sudado la camiseta durante la negociación de los presupuestos regionales. Sus silencios valen oro.

Lo cierto es que desde el congreso de 2017 en el que Cuca Gamarra y José Ignacio Ceniceros pugnaron para sustituir a Pedro Sanz –el final de la historia ya lo conocen, ganó Ceniceros– la imagen que refleja el PP en la región es de todo menos de unidad. Nada que ver con la aparente unión que hasta entonces había mantenido la formación, como piña arremolinada en torno al patriarca del clan. Aquello se fue al traste y desde entonces no han sido capaces de rematar el costurón.

Hasta ahora, oficialmente dos candidatos deshojaban la margarita para ver quien lideraba un partido que no ha sabido coser el siete que se hizo en el congreso de 2017 y que sin duda habrá agravado el anuncio de la creación de una gestora que propondrá al exconsejero de Educación Gonzalo Capellán como rival de Andreu. Todo un tortazo con la mano del revés en la cara del PP regional, pero sobre todo en el hocico de los ahora desacreditados aspirantes. Y es que ya se sabe, de fuera vendrá quien de casa te echará.

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