Un gesto esencial

Por primera vez en las crisis recientes, ahora desde arriba no se ha hecho recaer en los de abajo la culpa de la realidad. La gente de a pie no es responsable de la existencia de un virus de alcance mundial, y si alguien ha ... colaborado a propagarlo ha sido en su inmensa mayoría de forma inconsciente antes de conocer la gravedad. No hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, ni nos hemos dejado llevar por una codicia eufórica para que el COVID-19 haya puesto en jaque al planeta. En ese cambio de estigmas entre los dirigentes y sus administrados, tampoco se nos apela a ser otros para superar el trance. La consigna no es reciclarse, saber evolucionar, hasta emigrar. Al contrario: se trata de estar quietos. Permanecer aislados mientras la maquinaria sanitaria actúa de forma encomiable y las medidas de confinamiento van dando fruto. La ciudadanía no solo ha respondido con disciplina salvo lamentables excepciones, sino que ha brotado en ella una solidaridad emocionante. Y no solo en forma de aplausos de tributo, sino en otra más material de colaboración altruista, renuncias esenciales o compresión en la demora de algunos pagos ante la crisis económica a la que aboca la sanitaria. Esa ejemplaridad echa en falta dosis de reciprocidad entre quienes están al frente de las instituciones. Más allá de las ineludibles ayudas oficiales ante el golpe que se avecina, la situación requiere entre la clase política gestos alineados a ese esfuerzo colectivo como la rebaja de sus sueldos públicos. Alentarán así a todos, especialmente a quienes batallan en la primera línea del drama para que la retaguardia no salga de casa.