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Cuando era chaval, un proyecto de cinéfilo sin saberlo, me fascinaba 'La Clave', aquel programa de televisión donde varias personas debatían sobre una película proyectada con anterioridad, con un tono altivo, a ratos petulante, pero siempre didáctico. Aprendí mucho con aquella nutritiva propuesta, moderada por ... José Luis Balbín. Los tertulianos invitados, eruditos de avanzada edad a los ojos de un adolescente, se manejaban con soltura, intercambiando opiniones, en una educada tertulia que se emitía por la noche en el canal UHF (hoy La 2), reducto cultural habitual. TVE adoctrinó a muchos críticos, periodistas, cineastas y pensadores del futuro, ahora presente. Dispuestos en círculo, los interlocutores hablaban con pasión y parsimonia del arte cinematográfico y de temas ligados al filme elegido para la ocasión. Relacionaban sus apreciaciones con la actualidad, cumpliéndose el dicho «a la cama no te irás sin saber una cosa más».
'La Clave' duraba cuatro horas, incluyendo el pase. Ahora que vivimos el auge de los 'podcasts' especializados y la joven audiencia no tiene problema alguno a la hora de ver en 'streaming' a gente hablando sin parar de cualquier tema imaginable, se echa de menos un programa así, con divulgadores, estudiosos y artistas con algo que decir, en un debate moderado a conciencia. Es un formato a reivindicar, apostando por el diálogo frente a la simple discusión o el cotilleo irrespetuoso. 'Supongamos que Nueva York es una ciudad', serie dirigida por Martin Scorsese, recoge los pensamientos de Fran Lebowitz. La conocida escritora y comunicadora opina con gracejo sobre nuestra sociedad frente a la cámara. No necesita más para enganchar. Escuchar a gente hablar puede resultar muy entretenido.
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