Secciones
Servicios
Destacamos
No se lo había dicho a ustedes, pero desde hace dos meses ha aumentado la familia porque me han traído un gato de Vitoria. La cosa se le ocurrió a mi chica; me dijo que yo no tenía ni idea de lo que entretiene un ... animal doméstico, que los orientales entienden cantidad acerca de esto y que en Japón es la compañía que más paz imparte en aquellos hogares también serenados por el Fujiyama. Yo me quedé al principio un tanto turulato a causa de tales argumentaciones, ya que fui educado en las tercas creencias de que de Oriente lo único deliciosamente positivo que nos ha venido -entre alegres villancicos- han sido los Reyes Magos, mas aquí tengo al miau.
Y ya lo creo que ha cambiado mi vida. Se llama Feroche, Feroce en italiano, y no me da una guerra. El nombre le viene de que en Vitoria hizo retroceder, con solo dos meses, a un gran danés; misterios de la naturaleza. Cuando me levanto por las mañanas y, tras haber practicado unas sencillas abluciones, emprendo un ligero paseo de media hora no más mientras contemplo el paisaje cerealístico cosechado de mi pueblo salpicado de viñas, el minino camina a mi lado y desaparece durante toda la mañana una vez que observa que me dirijo al archivo. ¿Qué le interesan a él los avatares que hubo de superar la boticaria María de San Martín en el 1756 de mi pueblo para solucionar las pegas que le puso el Ayuntamiento a fin de no permitirle montar su botica y sacar así adelante a las dos hijas que le dejó su fallecido marido?
El caso es que desde el primer día de salida Feroche se ha amoldado al barrio como raqueta a la mano de Nadal, tanto es así que uno de los gorriones del parquecillo cercano aterriza en su lomo rojizo cada jornada y pasea orgulloso sobre él la media hora enterita. Los sábados por la mañana, cuando voy a almorzar al chamizo, tiene las juergas con Martín, un bebé de nueve meses al que saca su padre a pasear y, en cuanto ve al micifuz, arroja continuamente fuera del coche su osito blanco de nariz negra para que el micho lo recoja otras tantas veces. Me cuentan que los domingos merodea por las huertas de las Callejas y termina asentándose sobre un antiguo hito medieval que perteneció al monasterio de San Pedro de Torreviento, dependiente del priorato de Santa María la Real de Nájera, y desde ese pedrón observa, muy interesado, el paso de tantos peregrinos tan distintos.
En casa suele mirar distraídamente los telediarios y solo se le encienden los ojazos con los programas de animales y científicos, nada con Sálvame De Luxe. Y yo me pregunto cómo un gato de capital ha aprendido a amoldarse tan rápidamente a un medio aparentemente tan diferente como es la vida un pueblo mientras que cientos de políticos no aciertan ni adrede a cumplir las claras peticiones que les hicieron sus votantes, ni siquiera los congresistas de Madrid. Y eso que el apodo de los madrileños es precisamente el de gatos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.