Casado pretende que la humillante derrota que ha sufrido en Cataluña es fruto de un fenómeno telúrico sin precedentes que él solito ha detectado. El declive de su estrella se debe a la «perfecta tormenta de arena preparada por la Fiscalía, el CIS y los ... medios públicos» y los árbitros de fútbol que pitaron un penalti injusto. Ni una autocrítica. Ni un argumento medianamente solvente ha sido pronunciado. Según Casado, el ayer no existe, el pasado ha sido eliminado como si se pudiera borrar nuestra memoria y sepultar los hechos en el ataúd de una historia que nadie ha de escribir porque, según él, no existe. La casa de los antepasados no será heredada, será vendida. Y ya jamás se hablará de Bárcenas ni de aquellos predecesores en los que usted está pensando.

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Cuando escuché tan pintorescas explicaciones una imagen cruzó mi mente, evoqué esa broma cruel que consiste en atar unas latas en la cola de un gato que echa a correr asustado y que cuanto más corre más miedo siente y más pena produce a quien lo mira. Imaginé a un Casado desconcertado dando vueltas a su sede de la calle Génova con las latas del pasado a cuestas, sin conseguir liberarse del ayer porque ignora que el pasado siempre te persigue cuanto más lo temes. Casado y su equipo al renegar de su herencia demuestran su incapacidad para construir el futuro desde el desierto intelectual en el que se han instalado. El manido argumento de que otros también se lucraron aunque solo se les juzgue a ellos resulta patético. Habrá que llorar por los que se forraron con lo público. El famoso y «tú más» aburre incluso a los suyos, sobre todo a los que desean que las cosas se hagan de otra manera. Puede que la ambición en política sea necesaria ,pero imagino que debe acompañarse de algo de talento.

Casado será un líder anticuado y anclado al pasado que repudia mientras no represente a una derecha europea como la de Merkel, esa es la causa del batacazo catalán. Algo parecido le ha pasado a Inés Arrimadas, que está pagando el exceso de ambición y la ausencia de lucidez de Albert Rivera. Desde la famosa foto de Colón, la acumulación de vaivenes les persiguen. De nuevo, el gato da vueltas asustado, arrastrando las latas y el miedo. Abascal es objetivamente más torpe, pero Vox les está comiendo el terreno porque ellos lo han querido. Casado quiso disimular su derrota en las elecciones generales, aparentando que el porrazo no era para tanto, por eso gobierna Madrid. Al firmar el tripartito se ató las latas a la cola creyéndose un campeón de la estrategia. Muchos políticos creen que todo es marketing, golpes de efecto y discursos llenos de simplezas, pero el ciudadano piensa más de lo que acostumbran ellos. Para variar, podrían dejar el ruido y darle más a la cabeza. De momento, el gato está triste y azul, el color del pánico.

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