Aunque afecta a todas las economía europeas, la situación en nuestro país es extremadamente peligrosa: la deuda pública española ya está en los 1,425 billones de euros, el 122% del PIB. Para hacernos una idea de su dimensión: en 2008, cuando estallaron la burbuja ... inmobiliaria y la crisis financiera, la ratio era del 36%. Que ya fue crisis, ¿verdad? Pues la deuda actual se ha más que triplicado.

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Sin duda, la respuesta a las consecuencias de la pandemia exigía un esfuerzo extraordinario de gasto público tanto por parte del Gobierno central como de los autonómicos. Y es cierto que, a diferencia de la crisis de la pasada década, los estados miembros de la UE cuentan hoy con fondos extraordinarios, y el Banco Central Europeo (BCE) ha comprado la mayor parte de esa deuda. Sin embargo, una vez que la recuperación siga avanzando, el BCE también se irá retirando de forma progresiva de la financiación del endeudamiento devolviendo su protagonismo a los mercados, los prestamistas de los gobiernos.

Si la salida de la crisis prospera sin sobresaltos (nuevas olas pandémicas que conlleven restricciones de la actividad) incluso se podrá reducir el nivel de pasivo. Pero, aun así, seguiremos teniendo una losa ruinosa sobre los hombros. Sin olvidar que la prioridad continuará siendo hacer frente a la pandemia.

En definitiva: gastar, sí, pero gastar bien, sin frivolidades, para evitar recortes terribles como los sufridos cuando la deuda pública era tres veces inferior a la de hoy en día.

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