El ofrecimiento de Bruselas para financiar el gasoducto entre España y Francia (Midcat) ansiado por Alemania para librarse del yugo ruso ha topado con el temido rechazo de París. La ministra de Transición Energética, Agnés Pannier, detrás de la que se oculta Emmanuel Macron, ha ... echado un jarro de agua fría a un proyecto esencial para la autonomía energética europea. Francia debe entender que ahora todos los europeos vamos en el mismo barco y que están de más los intereses cortoplacistas nacionales para mantener la hegemonía energética frente a otros socios. El Midcat, como todas las grandes infraestructuras, requiere esfuerzos económicos, se enfrenta a obstáculos medioambientales e incluso a incertidumbres sobre el umbral de rentabilidad futura. Pero si la UE no afronta esos retos caerá en la paralización tecnológica. Porque, más allá de la duración de la guerra en Ucrania, el futuro energético ya no será igual. La UE tendrá que reinventarse en relación con las fuentes y proveedores para sustituir la energía que hasta ahora vendía Putin. Macron no puede presumir y pedir solidaridad a todos los socios europeos y mirar hacia otro lado cuando le corresponde a Francia hacer un esfuerzo.
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