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La presión de Alemania para que se reactive el viejo proyecto de un gasoducto desde España y Portugal hacia Europa puede ser decisiva para que el 'Midcat', una conexión a través del Pirineo oriental que Francia ha boicoteado sistemáticamente, sea una realidad a corto plazo. ... Las urgencias del canciller Olaf Scholz, con su país estrangulado por la dependencia del gas que Putin está utilizando como arma de guerra, han obligado a la UE y a su principal potencia a replantearse toda la estrategia energética seguida en los últimos años. La invasión de Ucrania ha cambiado el futuro. En el pecado de entregarse al gas barato de Rusia sin medir las consecuencias ha llevado Berlín la penitencia de encontrarse ahora con una situación que podría llevar al colapso a su economía.
El Gobierno español ha reaccionado de forma lógicamente proactiva a la demanda de Scholz por los beneficios que esta infraestructura supondrá para nuestro país y el desbloqueo de un proyecto largamente perseguido. Pero, con la experiencia que proporcionan las sistemáticas prácticas obstruccionistas de Francia, ha puesto sobre la mesa unas condiciones innegociables: mantener el control sobre el flujo del gas y una financiación del conjunto de Europa. El nuevo gasoducto abastecería a los países europeos dependientes hasta ahora del gas ruso con el procedente de Argelia y ofrecería la posibilidad de transportar a Europa Central gas procedente del 'fracking' extraído en Estados Unidos. Además, con él las seis grandes plantas regasificadoras de las que dispone España podrían trabajar a pleno rendimiento abaratando costes y desatar a la UE del nudo de la dependencia rusa que está disparando los precios a niveles insostenibles y golpeando el nervio de la economía continental.
Para acelerar el proyecto es esencial la cooperación francesa, ya que buena parte de la obra correspondiente a España se puede finalizar en el plazo de ocho meses, según la vicepresidenta Teresa Ribera. La actitud del Gobierno de Macron de poner o no obstáculos a que España sea el puerto de entrada del gas para la UE pondrá a prueba las declaraciones de unidad y solidaridad frente al desafío de Putin que tanto se pregonan estos meses. El plan es un elemento esencial de la nueva estrategia energética que necesita Europa, pero no puede retrasar el reto de reelaborar el 'mix' energético del continente.
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