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En Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie, Juan Eslava Galán escribe sobre la muerte del poeta y dramaturgo Federico García Lorca: «Dos facciones derechistas andan a la gresca, la Falange y la CEDA. Varios milicianos de ... la CEDA detienen al poeta, refugiado en casa de los Rosales, sus amigos falangistas. Al día siguiente lo fusilan en el barranco de Víznar, a unos kilómetros de Granada, junto con dos banderilleros, el Gandalí y el Cabezas, 'pistoleros peligrosísimos del frente popular' y dos rateros. García Lorca, cuando comprende que lo van a fusilar, ensaya un inútil gesto conciliatorio: «No me matéis, que creo en la Virgen» (...) En una taberna, el Chato (uno de los asesinos) saca un paquete de Lucky Strike y le dice a un compadre: «Lo hemos afusilao esta mañana y le hemos quitao este paquete del bolsillo». Otro se jacta: «Le hemos pegao dos tiros en el culo, por maricón».

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larioja García Lorca y Muñoz Seca