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La certeza que tradicionalmente ha acompañado cada noche electoral ha desaparecido. La fragmentación parlamentaria y la polarización política hacen imposible que el recuento de votos permita aclarar quién ha ganado las elecciones, quién las ha perdido y quién puede gobernar. El análisis político que ... acompaña toda jornada electoral aconseja ahora mucha prudencia y cualquier ejercicio de prospectiva requiere considerar múltiples variables antes de aventurarse a ofrecer una respuesta para tres cuestiones clave: quién ha ganado las elecciones, qué poder otorgan los resultados a los distintos actores para influir y, en todo caso, quién puede finalmente gobernar. Desde esta perspectiva nos proponemos ofrecer una valoración de los resultados de las elecciones municipales, autonómicas y europeas celebradas el pasado 26 de mayo. Vayamos por partes.
Los datos son incontestables cuando tratamos de averiguar quién ha ganado en España las últimas citas electorales. Así, el PSOE ganó las elecciones generales (28,68%) y también ha ganado las municipales (29,5%), las autonómicas (32%) y, de una manera particularmente contundente, las elecciones al Parlamento Europeo (32,84%). Unas elecciones, estas últimas, cuyos índices de participación han mejorado sensiblemente en España, pero también en Alemania, Italia o Dinamarca, hasta superar la barrera del 50%, algo que no ocurría en la Unión Europea desde hace muchos años. Los resultados del Partido Popular han sido muy pobres en las elecciones municipales (22%), autonómicas (20%) y europeas (20,13%), aunque mejora algo el pésimo apoyo recibido en las generales (16,7%). Lo propio cabe decir de Podemos que, además de perder casi 2.000.000 de votos, se ha convertido en una fuerza política irrelevante en territorios donde venía ocupando una influencia muy significativa, como es el caso de Extremadura y Castilla La Mancha. Con todo, este partido preserva todavía parte de su capacidad política en la medida en que diputados y concejales —sean numéricamente significativos o no— resultarán determinantes para que el PSOE pueda gobernar en algunas de las comunidades autónomas, como es el caso de La Rioja.
Ciudadanos es un caso digno de análisis. De hecho, se trata de un partido que no ha cumplido ninguno de los objetivos que su líder se propuso ante los desafíos electorales de 2019. De hecho, ni pudo desalojar en abril a Pedro Sánchez de La Moncloa, aunque mejorara su representación en el Congreso de los Diputados (de 32 a 57 escaños), ni ha podido sorpasar al PP en las elecciones del pasado domingo. Con todo, nada ha impedido a su líder celebrar los resultados electorales como un éxito, lo que tiene difícil justificación, salvo por la capacidad que les da para condicionar con su apoyo la conformación de algunos ayuntamientos o gobiernos particularmente estratégicos. Le ocurre en Aragón o en Castilla y León si se alinea con las derechas, pero nada hace pensar que Ciudadanos no pueda resultar también influyente en la configuración de gobiernos de izquierdas. Esta capacidad para influir en la formación del ayuntamiento y gobierno de Madrid también le permite a VOX sacar el máximo rendimiento político y mediático a unos resultados electorales muy alejados de las expectativas creadas durante la campaña.
Más allá del interés político que puede tener declararse como ganador de las elecciones, lo verdaderamente relevante es aclarar si se está en condiciones de poder gobernar y, en su caso, en función de qué apoyos. Con los resultados de las elecciones autonómicas, únicamente la mayoría absoluta del PSOE obtenida en Extremadura y Castilla La Mancha permiten despejar la duda. No es el caso de las otras ocho comunidades autónomas que también celebraron elecciones donde, al igual que ocurre con muchos ayuntamientos, todavía habrá que esperar algunos días para saber quién gobernará. Parece claro, no obstante, que quien ha ganado las elecciones en Asturias, Baleares, Cantabria o La Rioja podrá gobernar aunque necesite el apoyo de otras fuerzas políticas. No será así en el caso de la comunidad autónoma de Madrid donde todo invita a pensar que gobernarán las tres derechas en lugar de quien consiguió más apoyo ciudadano y tiene más representación parlamentaria. No está claro qué ocurrirá en Castilla y León o en Aragón donde el PSOE, aunque ha obtenido unos magníficos resultados, no tiene garantías de contar con el apoyo necesario para que sus candidatos puedan ser investidos presidentes.
Tampoco podemos aventurarnos a señalar qué fuerza política se hará finalmente con el gobierno de Murcia. Más difícil todavía es pronosticar con acierto quién gobernará Navarra o Canarias.
En suma, los ciudadanos expresaron sus preferencias al emitir su voto el pasado 28 de abril y 26 de mayo. Corresponde ahora a las distintas fuerzas políticas que han obtenido representación interpretar tales preferencias y convertirlas en opciones de gobierno para los próximos cuatro años. Hacerlo requiere inaugurar un diálogo honesto y responsable que facilite en un tiempo razonable los pertinentes acuerdos de investidura, pactos de gobernabilidad o, en su caso, coaliciones de gobierno.
Solo así las distintas instancias de poder con capacidad para tomar decisiones sobre aspectos que inciden directamente en la vida de los ciudadanos podrán comenzar a trabajar a pleno rendimiento. Es necesario. Y empieza también a ser urgente.
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