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«La Rioja existe pero no es, si nos unimos, la hemos de hacer». Este fue el himno popular que recorrió todos nuestros pueblos, entre la emoción y la lágrima, acompañando el deseo popular de reivindicar una Rioja autónoma. Cuarenta años de Estatuto invitan a ... recordar los inicios de una Comunidad que se forjó en un tiempo de intuiciones y corazonadas no ausentes de polémicas. Hoy nadie puede negar lo positivo del experimento colectivo en el que nos empeñamos como riojanos. La España democrática y diversa nació, pese a las resistencias de los poderes fácticos, de una aspiración ciudadana mayoritaria. De ella, sin hoja de ruta ni experiencia previa, emergió La Rioja actual gracias al Título VIII de la Constitución Española que algunos no votaron entonces y que otros quieren suprimir hoy.
Imborrables resultan los días en los que las señales de tráfico amanecieron con el nombre de «La Rioja» emborronando el de «provincia de Logroño» en las carreteras. Fue un subidón, una señal del cambio que se avecinaba. La muy discutida creación de nuestra Comunidad Autónoma nos lleva a revivir la explosión de sentimiento popular que tuvo lugar el 8 de octubre de 1978. En una región (provincia) poco dada a manifestarse en las calles, 15.000 riojanos acudimos a Nájera y allí empezó todo. Hubo pancartas, pegatinas y hasta un lío con los representantes políticos pero la emoción, la consciencia de que aquello era un grito de futuro flotaba en el ambiente.
En la actualidad, el Día de La Rioja se conmemora oficialmente en un acto institucional, con la pompa debida, en el que se distingue a personas y colectivos. Este año, entre los muy merecidos galardones, el nombramiento de Riojano Ilustre al expresidente Pedro Sanz se ha visto rodeado de una controversia que tiene más que ver con la forma en que ejerció el poder, que con los logros de sus veinte años de gobierno. Es imposible olvidar a Pedro Sanz en actos oficiales negando el saludo protocolario a sus adversarios políticos o humillando a otros cargos institucionales. Estoy segura de que don Pedro, que ahora ocupa un lugar en el pasado, muy próximo al tiempo del olvido, se habrá dado cuenta de lo efímero que es el glamour del poder ejercido al tener que saludar en ese acto a quienes antes ni se dignaba a mirar.
Esta polémica, igualmente efímera, puede dar frutos en el futuro. Todos los presidentes de La Rioja ya son insignes personajes de nuestra historia. No creo que haya mejor premio ni mayor orgullo que obtener el reconocimiento con el voto popular. Premiarlos por costumbre devalúa el galardón y al galardonado. A lo mejor conviene desterrar este ejercicio de adulación entre políticos y devolver todo el protagonismo a la sociedad civil que ya elige a sus ilustres, libremente, cuando toca. Que lo piensen en los despachos ¡Viva La Rioja!
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