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Lo que más recuerdo de San Fermín es el olor, una brisa fétida difícil de describir, con pinceladas ácidas y vigorosas de baño atascado y ciertos toques calientes de fritanga y como de fruta podrida. Era una peste que crecía a medida que se iba ... el sol, y que iba subiendo por las calles y se te agarraba a los bajos de los pantalones que se quedaban mugrientos, pintados del color mortecino de las resacas. He ido bastantes veces, pero ahora ya es sencillamente la única semana en la que madrugo sin protestar y me pongo frente a la televisión, desmayado aún de sueño, a ver el encierro de Pamplona. Por segundo año consecutivo no podremos empezar el día con las estampas navarras: los cánticos y el cohete, los cencerros y los gritos y el chispazo de las pezuñas en el asfalto negro y brillante. Una vez corrí el encierro pero fue una anécdota en medio de días absurdos en los que uno se quedaba aprisionado entre montañas de gente, ríos que te arrastraban de un lado a otro de la ciudad y en mitad de la marabunta había veces que no sabías si estabas dentro de un bar o en medio de la Plaza del Castillo.

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larioja Fruta podrida