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NI FRÍO NI CALOR

Chucherías y quincalla ·

Teri Sáenz

Logroño

Domingo, 26 de mayo 2019, 13:08

En un desopilante relato que navega entre el hiperrealismo y la ciencia ficción, un periodista estrella de Madrid rememora cómo en uno de los periódicos donde empezó a fajarse su jefe era alérgico a las noticias. Algo tan anómalo como un cirujano con hipocondría o ... un mecánico de coches sin carné de conducir. El responsable de qué contenidos se publicaban cada día rehuía cualquier novedad que pudiera alterar lo previsible. Su aversión llegaba al punto de esquivar a los redactores que le perseguían sin éxito para darle los detalles de este escándalo o aquel accidente que acababa de acontecer. Siempre dictaba la misma instrucción para rellenar las páginas de neutralidad: hablar del tiempo. De cómo la climatología iba a mutar en breve o a continuar sin cambios, en una constante narración de la nada para que nada sucediera. La campaña electoral que hoy se sustancia en las urnas también ha estado rociada de tibieza. Como si los partidos temiesen hablar demasiado alto no vaya a ser que fueran a ser escuchados o molestasen a las encuestas, se han limitado a repicar obviedades. Los discursos han rebosado verbos recurrentes que ahorman cualquier titular como implementar, apostar, abogar o abanderar adjuntos a otra ristra de sustantivos inflamados pero que nunca hieren: transversalidad, igualdad, estabilidad, sostenibilidad... futuro. Quedan lejos los tiempos en que los candidatos afilaban el colmillo durante quince días para distinguirse del rival y ganarse el voto. Hasta proclamaban promesas concretas que retaban a verificar al cabo de cuatro años. La máxima ahora no es acertar sino evitar el fallo. Mirar al cielo aguardando lo que diga el astro. Conformarse entre que no salga el sol o deje de llover.

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