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«Gracias a la libertad de expresión hoy ya es posible decir que un gobernante es un inútil sin que nos pase nada. Al gobernante, tampoco»
Jaume Perich. Humorista
En los albores de la Transición, Carlos Tena abrió así su programa de RNE 'Para vosotros, ... jóvenes': «Dedicamos este espacio a los mejores payasos de la tele, Gaby, Fofo, Miliki y Solzhenitsyn». Días más tarde, fue sancionado.
A raíz de la pandemia del COVID-19, se airea sin tapujos que España es un país censor, que persigue la libertad de expresión. Buena parte de quienes esto afirman, arrastran un background en prensa o redes sociales de jabonosa loa al franquismo y sus bondades, mientras que otros –con antecedentes progresistas o marxistas y tras caerse del caballo, como San Pablo– también comparan España con una checa soviética.
Tras 40 años de dictadura franquista, Solzhenitsyn se plantó en Madrid en 1976 y, jaleado por la ultraderecha, afirmó en TVE: «¿Saben ustedes lo que es una dictadura? Los españoles son absolutamente libres para residir en cualquier parte».
Cierto es que el autor de 'Archipiélago Gulag' sufrió en sus carnes la represión comunista, pero eso no le confería patente de corso para legitimar el fascismo. El fantasma de Solzhenitsyn es agitado ahora por algunos salvapatrias para avisarnos de que España está aherrojada bajo el yugo de Stalin.
A estos salvapatrias son a los que se refería irónicamente Sigmund Freud: «La humanidad progresa. Hoy solamente quema mis libros; siglos atrás me hubieran quemado a mí».
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