Tribuna

Vandalismo patrimonial

Al hilo de la cancelación del Premio de Pintura del Parlamento, el autor afirma que la actual política cultural centra solo su atención en el impacto mediático

Francisco Javier Garrido Romanos

Viernes, 20 de diciembre 2024, 22:08

Después de trece ediciones convocadas durante los últimos 26 años, el Premio de Pintura del Parlamento de La Rioja ha dejado de existir. Ya es historia. Su precipitado final ha sido consecuencia de una decisión tomada por el Partido Popular que gobierna en La Rioja. ... Curiosamente fue el mismo grupo político el que facilitó su impulso en la primavera de 1998 con Mª Carmen Las Heras en la Presidencia de la Cámara Legislativa y Pedro Sanz en la correspondiente del Gobierno Autonómico.

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¿Qué lectura sacamos de esto? ¿Es la actual ideología del partido la que ha llevado a suspenderlo?, ¿es el criterio de las personas que lo dirigen el que le ha dado la espalda?, ¿es una decisión alentada desde círculos ajenos al Parlamento? Varios interrogantes y una certeza: el abandono de esta actividad cultural evidencia una falta de compromiso social con la pintura por parte de los políticos gobernantes.

El propio Ignacio Ceniceros, en el prólogo al catálogo de la segunda edición, ponderó el Premio del Parlamento como «una iniciativa que partió con la intención de acoger una muestra de pintores riojanos en el antiguo Convento de La Merced». Era el momento ilusionante de un proyecto que en la siguiente edición alcanzó una dimensión nacional. El resto, con unos resultados inimaginables, ya lo conocemos. ¿Y ahora, qué?

Ahora el Certamen Nacional de Pintura Ciudad de Calahorra ha sido privado de su condición de premio viajero. Desde la segunda edición el premio calagurritano se proyectó fuera de nuestra comunidad autónoma a través de una exposición itinerante. San Sebastián, Irún, Santander, Sevilla, Úbeda, Jaén, Logroño y Haro acogieron en diversos museos, centros y espacios culturales los cuadros seleccionados y premiados en Calahorra.

La actual edición, su vigesimoctava convocatoria, acaba de ser prematuramente clausurada

La actual edición, que ha alcanzado su vigesimoctava convocatoria, acaba de ser prematuramente clausurada. Solo se pudo ver durante muy pocos días del pasado verano en la Casa de los curas de Calahorra. Y el Museo de La Rioja, primer receptor durante veintiséis años de la muestra calagurritana, por primera vez no la va a exponer en ninguno de sus dos espacios habituales, tanto el de la capital riojana, como el del Torreón en Haro.

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No obstante y como es habitual, el premio calagurritano, de una extraordinaria riqueza plástica y valor pictórico, fue muy competido en la truncada edición. El conjunto de obras seleccionadas, procedentes de once comunidades autónomas de nuestro país, se componía de veintiuna obras. Superior a la edición del año pasado, tanto en la evolucionada madurez de los lenguajes empleados como en los conceptos artísticos proyectados, el actual discurso estético ofrecía diversos y novedosos hallazgos creativos que asoman en la emergente plástica de la pintura contemporánea española.

La heterogeneidad de las propuestas artísticas ofrecía distintos lenguajes según el modo de decir la pintura, y diferentes estilos de acuerdo a la voz con la que la pintura se dice. De cualquier modo, pintura toda ella con muy diversas raíces de procedencia en la construcción de las imágenes. El ámbito de la ilustración y del diseño publicitario, el mundo cinematográfico, el de la pintura rápida y el de la fotografía y su deriva digital eran puntos de partida en la construcción de imágenes que son traducidas a pintura.

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No obstante, cuando un cuadro menos evidencia esa dependencia de las imágenes a partir de las que se genera y es construido, tanto mayor es su grado de pureza y, por tanto, más pintura es en sí mismo. Así ocurría en dos de las menciones de honor, con visiones complementarias del agua como elemento de la naturaleza, pero con un mismo intento de renovación del género paisajístico contemporáneo.

En cambio, la imagen en la obra ganadora no suponía un punto de partida, sino una línea de llegada donde el autor había arribado para alcanzar la pintura. Bajo un gran poder icónico, pleno de sutilezas tonales y exquisitos cromatismos, supo hablarnos de la condición e identidad del ser humano.

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En la última tribuna que escribí para esta página reivindiqué varias actividades culturales que, de diversa naturaleza artística, se convocan en La Rioja como signo de prosperidad en nuestro patrimonio. A tenor de lo afirmado cuesta entender este tipo de decisiones que castran logros conseguidos a base de muchos años. Resultan incomprensibles, pero no sorprenden.

La actual política cultural centra su atención en el impacto mediático por encima de cualquier consideración. Capaz de terminar con años de trabajo, también desatiende cuestiones de base como son la correcta conservación y muestra del patrimonio artístico. El lamentable estado de abandono que sufre la iluminación de buena parte de las salas del Museo de La Rioja es un ejemplo. Focos que apuntan al suelo o a la pared dejan cuadros en un bochornoso estado de sesgadas penumbras, incluso a oscuras cuando se han fundido los focos y nadie los repara.

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Es otra forma de ejercer vandalismo patrimonial. Una forma silenciosa, pasiva y aparentemente sofisticada.

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