La accesibilidad a Arnedillo, tras el desmesurado desprendimiento de rocas acaecido el 25 de marzo, está teniendo unas consecuencias que afectan al devenir diario de ... quienes viven, trabajan y disfrutamos de este encantador y deseado enclave riojano. Ese derrumbe, que ha desgajado parte del monte cerca del Mirador del Buitre, ampliado con la necesaria actividad de obras que se llevan a cabo, ofrece un nuevo escenario a la entrada del municipio. El paisaje ha sido modificado y, en esa alteración, la naturaleza nos ha vuelto a dar un aviso más sobre nuestra vulnerabilidad.
Como construcción del ser humano, el paisaje es una forma de pensar la naturaleza. La pintura lo revela continuamente a través de su extensa tradición. El XIX, que fue el siglo del paisaje por excelencia, nos dejó una reflexión sobre nuestra relación con el entorno natural. Romanticismo, realismo e impresionismo responden, más allá de sutilezas estéticas, a tres formas de habitar la naturaleza respectivamente: la del minúsculo y asombrado ser humano que asiste al inmenso espectáculo de la naturaleza como un escenario amenazante, la de aquellos hombres y mujeres que se igualan a una naturaleza que trabajan, y la de aquella nueva y reducida naturaleza diseñada por el ocioso ser humano a base de parques, jardines y boulevares.
De entre las tres actitudes frente a la naturaleza, advertimos que el reciente suceso acaecido en Arnedillo responde a ese inefable escenario romántico que nos condiciona y asombra a partes iguales. Una fascinación semejante debió de experimentar el viajero decimonónico, cuando a mediados de aquella centuria llegó, vio y dibujó la que quizás sea la imagen más antigua conocida de este municipio riojano. Los negros nubarrones que se abren paso entre la esculpida Peña del Castillo y la sombría cumbre del Zopín crean una idealizada atmósfera en 'Vista de una entrada de Arnedillo', ilustración que fue publicada el 11 de agosto de 1850 en el Semanario pintoresco español. Imbuida del paisajismo romántico tan en boga en la época, parece una versión monocroma del que entonces fuera en España el pintor más influyente en el género, Jenaro Pérez Villaamil. O también la ilustración del exótico paraje arrancado de una novela de Julio Verne.
El resto de la estampa es la imagen poetizada de una localidad donde la vida parece transcurrir de un modo sereno entre ambas orillas de un bucólico Cidacos. A la izquierda se concentra la población entre la incomprensible ausencia de la iglesia de San Servando y San Germán; y a la derecha, junto al puente, en el espacio que actualmente ocupa el cementerio, sorprende una fortaleza militar. Tras ella, en penumbra y rematada por almenas, reconocemos la torre del castillo, único vestigio defensivo conservado en la actualidad. Quizás la primera de las estructuras sea el antiguo palacio que el Archivo catedralicio de Calahorra cita en las en las inmediaciones del castillo, en el que el obispo residía temporalmente, y que precisamente ocupaba el espacio hoy reservado para el cementerio. Es la conocida Cámara de los obispos de Calahorra. La torre, en este caso, sería el espacio utilizado ocasionalmente como prisión de clérigos rebeldes, también citado en los documentos catedralicios. Sea como fuere, la imagen publicada en la popular revista fundada por Mesonero Romanos, se revela como un documento muy valioso de cómo era Arnedillo a mediados del siglo XIX. Curiosidades del destino, la naturaleza ha vuelto temporalmente a ponernos, a pesar de todos los avances conseguidos, en una situación similar a la que casi dos siglos atrás se sumía Arnedillo.
Lo corroboran las palabras que, el 16 de junio de 1852, escribe Lorenzo Francisco de Moñiz en un artículo del Semanario pintoresco español, con motivo de la nueva dirección que habían tomado los Baños de Arnedillo a cargo del empresario calagurritano Florencio Martínez de Pinillos: «Una cosa se opone al brillo del renovado balneario: el estado de los caminos. La provincia de la Rioja castellana, unida al gobierno, ha comenzado los trabajos para la nueva carretera que, pasando por Logroño, Calahorra y Arnedo, llegará hasta la población, y muy pronto podrán avanzar los carruajes hasta el puente que da paso al balneario. Este mismo verano podrán correr los coches por los diferentes tramos practicables que acortan infinitamente las distancias. Así Arnedillo volverá a una nueva era de prosperidad».
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