Apenas dos meses después de conseguir la reelección presidencial, Emmanuel Macron cosecha en las legislativas los frutos de su desprecio hacia la nueva cita electoral. La primera, la pérdida de la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional y la exigencia inmediata de conformar un entendimiento ... con Los Republicanos. El apoyo de la derecha tradicional le permitiría impulsar las reformas pendientes de su primer mandato, con un giro todavía más conservador, la incógnita de si podrá mantener a su recién nombrada jefa de Gobierno socialdemócrata y la necesidad de relevar a los ministros que ayer no lograron escaño. La alianza de izquierda de Jean-Luc Mélenchon liderará la oposición en la Cámara baja pero fracasa en el obsesivo propósito de su líder de forzar la cohabitación. A la fragmentación parlamentaria contribuye el resultado de la ultraderecha. En una contienda interesadamente presentada como cosa de dos, Marine Le Pen sienta en el Parlamento su verdadera e inquietante fuerza electoral. Francia se adentra en una etapa de inestabilidad en la que las urgencias internas pueden desviarla de sus compromisos europeos y retrasar la urgente reflexión sobre una abstención que supera el 54%.

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