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Es difícil soslayar el tema de la suma crisis sanitaria y económica del Covid-19; es la gran crisis sin precedentes de la era de la globalización en la que estamos inmersos sin una perspectiva clara de finalización, salvo las noticias de que parece haberse ... controlado su extensión en China. La evidente catástrofe sanitaria y económica que nos desgarra progresivamente y marca hitos históricos en la vida cotidiana, pone en evidencia la fragilidad humana y del modelo de desarrollo globalizado; a pesar de los avances científicos, económicos, tecnológicos o de movilidad alcanzados, el ser humano topa con su debilidad y dependencia de la naturaleza, algo que parecía olvidado con todas las 'prótesis' ofrecidas por el progreso con las que hemos creado un sistema de vida, económico y de ocio que, sin modificar nuestra naturaleza, permite hacer cosas inimaginables tiempo atrás.
Mientras algunos imaginaban que el peligro del mundo actual se cernía con la guerra comercial entre USA y China o las tensiones geopolíticas de Oriente Medio, Bill Gates, ya en 2015 expuso que el verdadero peligro para la sociedad humana no residía tanto en la temida guerra nuclear como en los virus altamente infecciosos fuera de nuestra previsión. Pero la idea de que pudiera desatarse una pandemia como la que azotó a la humanidad en el siglo XIV se escapaba al mundo que sobrevaloraba el poder de los avances y bienestar alcanzados. Hoy, más allá de la situación de alto stress que sufre bruscamente la sociedad, esta grave crisis pone al descubierto nuestra fragilidad y quién es quién entre nuestros cercanos, pero también en círculos políticos y de gestión global. Observen sino las reacciones de conocidos próximos y dirigentes como Trump o Boris Johnson si tenían alguna duda de lo que no debe hacer una persona responsable y solidaria, o un político de nivel. Tampoco se habla de cómo puede afectar la crisis a las poblaciones en conflicto bélico o estado de acusada pobreza.
Algunos sugieren que de esta grave pandemia, que pasará, surgirá una renovada conciencia personal, política, económica y social tras mostrar lo peor pero también lo mejor del ser humano para afrontar un nuevo orden mundial más realista. Mientras tanto, en el incierto camino hacia la resolución y trazado del futuro, es esencial según apuntaba Camus en 'La peste': la decencia, respeto, nobleza y serenidad, dejando de lado las miserias, el pánico egoísta, la insolidaridad y la política ciega.
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