Los muertos por COVID-19 en Estados Unidos superan ya los 100.000, con 1,6 millones de contagiados. El país más poderoso y rico de la tierra, el que posee las mejores infraestructuras científicas del mundo, el que más Premios Nobel ha acopiado, el de las universidades más prestigiosas del planeta, está con diferencia a la cabeza en el número de víctimas de un virus letal, que no tiene todavía vacuna ni tratamiento eficaz. Solo Nueva York sobrepasa ya las 30.000 víctimas, más que toda España. Los estadounidenses fallecidos por coronavirus superan a los que murieron en la guerra de Vietnam y Corea juntas. La administración fue advertida a tiempo por los expertos de la epidemia. Trump, que había rebajado en 2018 la financiación para sus centros de prevención de enfermedades, cerró los vuelos a Europa el 11 de marzo y el 13 declaraba la emergencia nacional e iniciaba un tenue confinamiento, pero su única preocupación ha sido la economía, con la que se juega la reelección. La pandemia, que ya ha generado 40 millones de parados, ha puesto al desnudo la gran desigualdad social y racial del país y los efectos catastróficos de la falta de una cobertura sanitaria universal.
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