Laia Flores y Erik Balenciaga no pasearán por el Palacio de los Deportes el curso que viene. ¿Y...?, pensarán la mayoría de los lectores que se asomen a estas letras. Porque ni les sonarán esos nombres. O, todo lo más, imaginarán que escribo de una ... diputada de Ciudadanos y de un concursante de 'La isla de las tentaciones', pongo por caso. Me explico pues: Laia Flores es una joven jugadora de baloncesto que, por esas cosas inescrutables que la fortuna hace de vez en cuando, cayó en Logroño hace nueve meses para hacer lo que mejor sabe, jugar a basket. En el Promete, el equipo de aquí que anda, también cosas del azar, en la élite del deporte femenino, ha brillado y ha hecho brillar. Y tanto brilli-brilli ha despertado la avaricia de los gigantes que, talonario mediante, se han hecho con la labor de la futura base de la Selección. Al tiempo. De Balenciaga les contaría otro tanto, pero se lo ahorro. Lo hace mejor Martin Schmitt unas páginas más adelante. Flores y Balenciaga son los últimos exponentes del triste destino del deporte riojano de élite. El deporte en el que manda el din más que el don. Queda el consuelo de haberlos disfrutado.
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