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Dice una canción de Love of Lesbian que «no es necesario tener principios, lo importante es tener finales». Algo así debió pensar Elon Musk este miércoles, al ver cómo su prototipo SN10 estallaba en llamas tras despegar, ascender diez kilómetros y aterrizar ... suavemente, con éxito por primera vez, sobre la plataforma de lanzamiento. El vídeo –tanto la primera parte, en la que la nave ejecuta un vuelo de una precisión asombrosa, como la traca final, donde fuego y ruido comparten protagonismo– es espectacular, digno del mejor de los videojuegos, pero dudo mucho que el fundador de SpaceX sea capaz de advertir un atisbo de belleza mientras observa cómo su cohete arde tras una maniobra en apariencia perfecta.

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