Ni en La Rioja ni en España hay rincón alguno que no llegue a las fiestas navideñas en plena explosión de contagios. La transmisión del virus se ha desbocado en puertas de estas fechas caracterizadas por una alta interacción personal, lo que amenaza con disparar ... aún más unas infecciones que ya tienen colapsada la Atención Primaria y la red de diagnóstico, y que han elevado la presión hospitalaria, aunque no a los niveles de anteriores olas. No cabe esperar efectos inmediatos de las tibias medidas adoptadas por los gobiernos nacional y autonómicos que, pese a la alarmante escalada del virus, han aplazado en su mayoría restricciones que afecten a la vida social para eludir el siempre ingrato papel de aguafiestas. En este contexto cobra especial relevancia la responsabilidad individual y colectiva en el cumplimiento de las acciones para prevenir la expansión del coronavirus. Del compromiso cívico de cada uno en los encuentros propios de esta época y en el día a día dependerá la salud individual y la de quienes nos rodean, aparte de la evolución de la pandemia en las próximas semanas. Es mucho lo que hay en juego como para ponerlo en peligro a estas alturas con actitudes irreflexivas.

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