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Se acabó lo que se daba: último pleno de la legislatura. Bueno, último pleno ordinario, porque quién sabe si en plena pre-campaña no nos obsequiarán los señores concejales con otra sesión de regalo.
Aunque quizá, visto lo visto ayer, la cosa no merezca la ... pena. Metiditos entre dos elecciones, los ediles no estaban para ninguna broma y por eso se vio más de una salida de tono, más de un gesto feo y, en fin, mas de un nervio incontrolado. Sobre todo en la bancada azul, que ayer estaba un tanto levantisca.
Así, por ejempo, a Pilar Montes se le fue la mano cuando (como presidente accidental porque Sáinz Yangüela había salido un minuto) le faltó un suspiro para expulsar al regionalista Antoñanzas por una tontada. Que digo yo que para echar a un representante ciudadano de un pleno haría falta algo más que salirse del tema. O también le faltaron maneras a Javier Merino, que dedicó un buen rato de feos gestos de significado evidente al 'alcaldable' naranja Julián San Martín, sin que en esta ocasión la Presidencia del pleno se diera por aludida.
En fin, pocas bromas, y menos buenas maneras, pero quizá pedirles una despedida de besos y abrazos en público cuando la cosa electoral está tan caliente es pedir demasiado. Y eso que de todos los ayer presentes en el salón plenario apenas media docena mal contada de concejales seguirá aquí en junio. O quizá precisamente por eso: los nervios del «qué será de mí» son muy poderosos en algunos políticos.
En fin, que la fiesta de la legislatura termina, y lo hace con un pleno de ésos que cuesta digerir, en el que aprobaron nada menos que dos ordenanzas y un reglamento. Cosa casi ridícula porque una ordenanza es un tema muy serio como para andar haciendo deprisa y corriendo (y aunque sea bien) en la última ocasión posible.
Y peor aún cuando una de las ordenanzas llega con la firma de la oposición y la oposición del gobierno. Se trata, cómo no, de la ordenanza de animales. Un tema que no debería ser debate partidista, pero que lo es, y muy lamentablemente: arraiga la idea de que preocuparse por los animales es cosa de izquierdosos, y que alguien de derechas debería desconfiar de tal preocupación.
Lo cual es una tontuna y bien peligrosa. En fin.
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