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El Fútbol lo es todo durante estos días de celebración del Mundial de Qatar. Y seguro que hay argumentos para asegurar que también acapara gran parte de la atención por la Liga en cada país, y, por supuesto, por la Champions en Europa y en ... cada continente. No es una exageración considerar que el Fútbol lo es todo como fenómeno sociológico que consigue aglutinar todo tipo de intereses y desahogo de frustraciones. Es una evidencia que estamos comprobando en cada partido. Conviene destacar algunos aspectos más relevantes que se dan cita en los mundiales porque enfrentan a equipos de diferentes países y continentes. A quienes nos gusta el buen fútbol, además de querer siempre que gane nuestro equipo, el Mundial nos descubre jugadores, trabajo táctico de conjunto, esfuerzos y sacrificios más que ejemplares y, también, algunas mezquindades, actitudes bochornosas y teatros deleznables para engañar al árbitro.
Más allá de lo deportivo, donde hay que tener muy en cuenta cómo han desaparecido las diferencias entre países de uno u otro continente, lo más destacado a primera vista es el gran negocio que mueve el Fútbol por encima de principios, valores, derechos humanos y espíritu deportivo. Muchísimo dinero que se produce por algo esencial: la capacidad que tiene este deporte del balón para congregar a millones de personas de todo el mundo gracias a la televisión. Y en este apartado hay que subrayar el papel fundamental que desempeñan los buenos jugadores, no solo las grandes estrellas. Pero lo que prevalece es el deseo ferviente de que gane tu equipo promoviendo un orgullo propio, una adhesión y uso de los símbolos y unas masivas manifestaciones de identidad nacional. Podemos criticar que algunos utilizan el fútbol como pan y circo para distraer a las masas, pero hemos visto como ese fenómeno se produce en los países considerados más desarrollados, económica y socialmente. ¿O es que España no va a salir a la calle como en el 2010 si la selección de Luis Enrique gana el Mundial? Y eso que no despierta apoyo unánime. La otra noche en Tánger, como en otras ciudades de Marruecos, el paso a octavos de su selección originó un júbilo total en las calles con celebraciones multitudinarias, también en ciudades belgas con algunos disturbios muestra de que la integración migratoria sigue pendiente en segundas y terceras generaciones. Políticamente, la gran superpotencia norteamericana sufrió para ganar a Irán en lo que se presentó como más que un partido de fútbol. Como ocurrió en el Suiza-Serbia donde las cuentas pendientes se dieron cita una vez más. Al final, se ha demostrado que lo único que ha interesado cuando ha rodado el balón es que gane mi equipo y mi orgullo nacional. Es el gran fenómeno sociológico.
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