Igual me equivoco, pero me temo que la inteligencia artificial viene ser a la inteligencia de andar por casa lo que las flores artificiales a las flores naturales. Podemos llenar un jarrón con flores de plástico, pero si ponemos agua en ese jarrón para que ... nos duren más, es posible que algo no vaya del todo bien dentro de nuestra cabeza. Lo mismo pasa con la inteligencia artificial: si creemos que eso va a hacernos más inteligentes, es que somos tontos.

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El género humano ha progresado paulatinamente a lo largo de la historia, y vertiginosamente desde finales del siglo XIX. Me refiero, claro está, al progreso tecnológico y científico, pues en lo que respecta al progreso psicológico estamos aún en esa fase en que vemos dioses invisibles por todas partes y en que podemos liarnos a garrotazos con el vecino de cueva a poco que surja una disputa por el lomo de un mamut.

A nivel popular, nos importan muy poco los aceleradores de partículas, la secuenciación del genoma humano o los telescopios espaciales, porque nuestros intereses están en el nuevo modelo de teléfono móvil o de patinete. Y es que el problema del progreso es que lo que progresa es el progreso mismo, en tanto que la mayoría de nosotros se queda en el sitio en que estaba, a pesar de disfrutar de un espejismo cotidiano de progresión. Y ahí viene el ligero desajuste: somos beneficiarios del progreso a efectos médicos, por ejemplo, pero sobre todo a efectos frívolos: mandar un mensaje repleto de emoticonos por WhatsApp o grabar un vídeo bailando y colgarlo en TikTok. Hasta ahí llegamos el 90%. Mientras tanto, nuestra mente sigue instalada en la desinformación, pero muy especialmente en la superstición, tanto teológica como política, convencidos de que hay entes mágicos que nos protegen y vigilan y de que los redentores de la sociedad son precisamente -qué casualidad- los sociópatas.

Al margen de sus beneficios, que los tendrá, el peligro latente de la inteligencia artificial no será ella misma, sino nosotros, que tendemos por naturaleza a lo peor. (Antes que otra cosa, ya circulan por ahí vídeos pornográficos con protagonistas falseados). Habrá que acostumbrarse a vivir en dos realidades: la real propiamente dicha y la ficticia, con una frontera imprecisa entre ambas. Y ambas sospechosas tanto de verosimilitud como de falsedad. Las 'fake news' serán una broma inocente al lado de las imágenes manipuladas, por aquello de que una imagen vale más que mil palabras. Y, como no hace falta decir, este artículo no lo he escrito yo, sino la aplicación de IA que acabo de instalarme.

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