Imagen durante la segunda sesión del pleno de investidura de Sánchez en el Congreso. EP

Evidencias y conjeturas

Sánchez ha demostrado lo que para algunos es una virtud y para otros una aberración: su disposición a actuar de acuerdo consigo mismo, incluso si para ello tiene que estar en desacuerdo consigo mismo

Sábado, 18 de noviembre 2023, 00:47

Sus valedores insisten en que la aplicación de la ley de amnistía beneficiará a España en pleno. Ya veremos cómo. Cabría objetar que quien menos de acuerdo está con la amnistía es el presidente del Gobierno, pues sabe mejor que nadie que no se trata ... de una medida que nazca de una convicción de moral cívica, sino de la necesidad de conceder un privilegio a otros en beneficio propio. Sánchez ha demostrado lo que para algunos es una virtud y para otros una aberración: su disposición a actuar de acuerdo consigo mismo, incluso si para ello tiene que estar en desacuerdo consigo mismo. El problema que se le plantea a partir de ahora es el de alcanzar acuerdos para una gobernabilidad eficiente con los partidos que le han prestado un apoyo receloso y coyuntural para la investidura, una vez satisfecha en mayor o menor medida la carta a los reyes magos de cada cual.

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De momento, el precio por apagar las hogueras en Cataluña ha sido el de incendiar el resto del país. Este último incendio se extinguirá posiblemente por sí solo, pero no podemos estar seguros de que las hogueras catalanas no rebroten más pronto que tarde: si el Gobierno se viese obligado a negar a los independentistas el referéndum legal de independencia que reclaman, ¿tardarían mucho en convocar otro referéndum espurio, sabiendo que lo harían con impunidad, pues donde cabe una amnistía cabe otra? Pretender que unos políticos cuya meta irrenunciable es la independencia descarten la unilateralidad resulta tan optimista, en fin, como intentar convencer a los felinos de que no ataquen a las gacelas Thompson.

Por su parte, las manifestaciones convocadas por las derechas –dejando a un lado los episodios de barbarie, incluida la barbarie retórica- no pasan de ser la puesta en escena de la indignación no tanto por una medida que consideran arbitraria y oportunista como por la mera aritmética parlamentaria, que es inapelable y legítima, por absurda o incoherente que les parezca. ¿Resulta absurdo que un gobierno que se define como progresista se apoye in extremis en una formación política sistemáticamente corrupta y se resigne a ser rehén permanente de ella? ¿Resulta coherente que se amnistíe a unos políticos–algunos de ellos cercanos a la ultraderecha xenófoba- que intentaron socavar la democracia mediante un simulacro fraudulento de democracia? Hay opiniones.

En 2018, Sánchez llegó a la presidencia del Gobierno gracias a una moción de censura argumentada en la necesidad de desplazar del poder a los representantes de un partido enfangado en casos de corrupción. Ahora consigue la presidencia mediante el método de amnistiar a unos delincuentes. Tendrá que cuidarse de los idus de Marzo. Se abre, en fin, el telón.

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