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Pese haber transcurrido ya más de un siglo, historiadores y científicos todavía no han sido capaces de concretar los millones de personas que fallecieron por culpa de la mal llamada gripe española, que devastó el planeta entre 1918 y 1919, aunque estiman que fueron entre ... 50 y 100 millones las víctimas mortales.
Cuando aquella terrible gripe fue remitiendo, lo que coincidió casi en paralelo con el fin de la Primera Guerra Mundial –la contienda fue una de las causas que alimentaron la propagación del virus de la gripe tipo A, subtipo H1N1–, disfrutó la humanidad de los felices años veinte. La economía creció como la espuma a partir de 1921 y los ciudadanos se miraron en el espejo de Epicuro para lanzarse a una vida loca y desenfrenada después de tanta pesadumbre.
Es muy posible que ese mismo efecto rebote se traslade también al siglo XXI cuando la ansiada vacuna, todavía sin fecha y sin garantía absoluta de éxito, consiga erradicar el maldito COVID-19. Porque si estamos esperando a que la clase política, especialmente en España, ponga remedio o, al menos, amortigüe la pandemia, lo tenemos claro.
Viviendo la época más difícil que al mundo le ha tocado padecer en un siglo, los prebostes patrios siguen enrocados en sus miserias políticas, en insultos, zancadillas y noticias falsas, tratando de aprovechar la tragedia para obtener réditos electorales.
Eso sí, habría que recordar que los locos años veinte no acabaron nada bien. El 24 de octubre de 1929, más conocido como el jueves negro, Wall Street hizo 'crac' y sumió al mundo en la Gran Depresión.
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