Fauces

La intrahistoria de la producción iguala a la calidad del relato de aventuras marinas narrado con imaginativa destreza por un joven y entusiasta realizador sin apenas caché pero con muestras de un talento visual y creativo muy persuasivo. Los numerosos avatares y múltiples percances de todo tipo, desde el apartado técnico y los roces entre los actores, quedan detallados con amplitud en un ameno libro, 'El diario de tiburón', de Carl Gottlieb, escritor y actor responsable de desatascar un guion sin chispa.

A la costera y elitista isla de Martha's Vineyard viajó un equipo de rodaje al mando de un bisoño Steven Spielberg con la intención de finiquitar en poco menos de tres meses la adaptación de una novela, Jaws, de Peter Benchley, sobre una gran escualo blanco que atemorizaba a los lugareños.

La idea era muy simple. Mientras el tiburón devoraba víctimas los tiburones fácticos de la zona se oponían a cualquier estado de emergencia para no perjudicar a los influyentes propietarios de los negocios veraniegos. Sin embargo, las dificultades y fallos en el funcionamiento mecánico de la réplica de la principal estrella de la función hizo agudizar el ingenio del sorprendido realizador.

La ausencia del depredador en los dos tercios de la película se suplantó con la conocida partitura de, John Williams, que obtuvo un merecido Oscar por su terrorífica música. Subsanados los inconvenientes del bicho y cuando su presencia se hizo física, el autor de 'El diablo sobre ruedas' (1971), filmó una monumental gesta épica de tres hombres luchando contra un elemento que parecía invencible. El resto es de sobra conocido.