La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. R.C.

Los fantasmas del COVID

EDITORIAL ·

Yolanda Díaz acusa ahora al PP de promover una polémica cuando fue ella quien advirtió de una respuesta tardía de su Gobierno

Sábado, 4 de diciembre 2021, 01:00

La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, reveló anteayer que, anticipándose a la declaración de pandemia, el 4 de marzo de 2020 presentó una guía que fue «enormemente polémica en el Gobierno, siendo acusada de alarmista». No acudió a la manifestación del 8 de marzo ... por el Día Internacional de la Mujer, cuando era ministra de Trabajo sin más atribuciones ni en el seno del Ejecutivo ni en Unidas Podemos. La revelación de la vicepresidenta, en un clima de confianza radiada, ha reabierto la diatriba sobre la eventualidad de que el Gobierno hubiese pasado por alto las alarmas sanitarias para salvar la convocatoria del 8-M. Yolanda Díaz afrontó ayer la polémica declarando que era «artificial» y promovida por el PP, cuando había sido ella la que advirtió de una respuesta tardía por parte del Consejo de Ministros en el que se sentaba. Anteayer denunció públicamente que no le hicieron caso. Por lo que consta en las hemerotecas, tampoco se lo hicieron en Unidas Podemos.

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Sus declaraciones no pueden eludir el escrutinio público, parlamentario e incluso el judicial. Aunque después tratara de sortear el entuerto reivindicando la gestión gubernamental de la pandemia en términos de vacunación, al margen de que puedan interpretarse sus declaraciones como efecto de su sobreexposición en cuanto designada a liderar una alternativa política, incluso teniendo en cuenta que sus revelaciones son causa para reabrir investigaciones, lo más importante es que las instituciones responsables y la confrontación partidaria se atengan a las urgencias del momento. Que no son otras que las de afrontar los desafíos de la variante Ómicron.

Lo peor de las manifestaciones de la vicepresidenta Díaz no están en el recuerdo de su visión anticipatoria a mediados de febrero, sino en su tardanza. Visión aun más clara en la mirada de miles de expertos científicos y sanitarios. Cuando nos jugamos casi todo en términos de salud e integridad, de recuperación económica, y de concordia nacional frente a un desafío ineludible. Hay tantos vectores divergentes sobre la extensión del requisito de certificados, las incógnitas sobre el origen de la nueva variante y sus características, el juego de elusión de responsabilidades entre el Ejecutivo central y los gobiernos autonómicos, que España no puede seguir confiándose en el ejemplo de sus tasas de vacunación sin más.

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