Fango

Con la esperanza de que alguien nos sirva los vinos aquí ya ha comenzado el ciclo festivo estival, que arranca siempre con los actos del Día de la Rioja y las fiestas de San Bernabé. Luego vienen las vueltas de Nájera, la Batalla del Vino de Haro y después ya los cohetes de los pueblos explotan uno tras otro como en una mascletá. Pero en cuanto pase el jolgorio nos meteremos en otro que en realidad nunca acaba y es el de las elecciones. Un año para las urnas. Volveremos a las tiernas imágenes de gobernantes en bicicleta, candidatos dando caramelos a los niños o a los mandos de un tractor. Ya lo dijo J.R. en Dallas: «Una vez que pierdes la dignidad, el resto está chupado».

También a estas fiestas de ahora ha llegado la política con su fango de polémicas. En realidad no hay nada más político que los apretones de manos en la procesión del pueblo, el vermut en el frontón, los banderazos de Logroño o las distinciones que otorga el Gobierno Regional. Con Pedro Sanz ha pasado lo que cabía esperar: su reconocimiento como Riojano Ilustre ha sido controvertido porque ha encendido las emociones, y contra las emociones no se puede argumentar. Yo respeto el gesto que se ha tenido con el expresidente y si observo ese homenaje con las pupilas limpias veo que Andreu lo ha hecho emerger como su contrafigura: «Aquí estoy yo y ahí está Pedro Sanz. Miradnos», parece decir la Presidenta. Andreu le reconoce a Sanz el servicio prestado a la Comunidad durante dos décadas, pero da la sensación de que también disfruta de confrontarse con lo que representa Sanz. Una comparación que no deja de tener sus riesgos, porque arroja tanto alivio en unos como nostalgia en los otros.