El plan de ahorro energético, cuya necesidad es incuestionable, ha entrado en vigor esta semana sin que hayan sido despejadas en su totalidad las dudas de los afectados y en medio de un rifirrafe político con muchos más decibelios de los que justifica la controversia ... sobre las medidas aplicadas. El decreto ha vuelto a poner de manifiesto los desajustes entre la configuración de España como un Estado autonómico y la adecuación a esa realidad de la toma de decisiones que implican a los distintos niveles del poder institucional. La cogobernanza ensayada en algunas fases de la pandemia, con un resultado mejorable pero en ningún caso desalentador, ha sido sustituida por su alternativa más opuesta, lo que se ha traducido en desconfianzas mutuas y en el triunfo de los cálculos partidistas de vuelo corto sobre el entendimiento entre las administraciones.

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No es posible reducir en un 7% el consumo de gas, como se ha comprometido nuestro país con la UE, sin acciones que causen una cierta distorsión en los hábitos sociales o, incluso, molestias en determinados ámbitos. Ni está en discusión que corresponda al Gobierno asumir el liderazgo en este terreno. La impopularidad que conlleva cualquier restricción hace más incomprensible que el Ejecutivo haya elaborado la normativa sin diálogo previo alguno. Sin un intercambio de criterios con los sectores concernidos ni con las comunidades que deben velar por su cumplimiento. Tampoco con otras fuerzas políticas, de las que depende la convalidación parlamentaria del texto. El resultado es una gresca política que va en dirección contraria a la necesaria pedagogía entre los ciudadanos sobre la conveniencia de adoptar medidas de ahorro, sin la que estas difícilmente serán eficaces dada la imposibilidad de que las autoridades vigilen de forma intensiva los termostatos y el alumbrado nocturno de todos los comercios y edificios públicos.

Habría sido preferible una cogobernanza con iniciativas adaptadas por cada comunidad a sus propias circunstancias, pero con compromisos tasados de rebaja en el consumo energético. Por desgracia, el Gobierno ha preferido volcarse en debilitar al PP utilizando como ariete el conato de rebelión de Isabel Díaz Ayuso, mientras la oposición intentaba desgastar a Pedro Sánchez con mensajes tremendistas que restan credibilidad a sus críticas razonables. Todo lo contrario de lo que requiere el escenario al que la guerra de Putin nos aboca tras el verano.

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