No es fácil imaginar una guerra
LA CUARTA ·
Temen, huyen, se esconden y, como pueden, resisten. La mayoría de las personas que sufren un conflicto armado no matan, no pelean, si pueden solo sobrevivenSecciones
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LA CUARTA ·
Temen, huyen, se esconden y, como pueden, resisten. La mayoría de las personas que sufren un conflicto armado no matan, no pelean, si pueden solo sobrevivenNo es fácil imaginar una guerra cuando siempre se ha vivido en paz, o en relativa paz si por esta entendemos la ausencia de violencia. Es difícil imaginar una guerra de verdad, con sus bombardeos, sus tanques y metralletas, fusiles de asalto y granadas. Es ... difícil imaginar lo cotidiano saltando por los aires, que la vida rutinaria de paseos por la ciudad, hogar con nevera y alacena surtidas, de trabajo más o menos digno, se transforme en una vida cancelada, de colegios cerrados y hospitales militares, una vida de refugio, de maleta hecha a todo correr, de edificios sin fachadas e interiores saqueados. Es difícil imaginar el miedo y el desamparo de las víctimas, dónde encuentran solaz o esperanza, cómo es su día a día, si son capaces de procesar la destrucción. No nos faltan imágenes y relatos de testigos para ayudarnos a imaginar. Los tenemos de todas las guerras modernas, también de la última, que ha acaparado nuestra atención los diez últimos meses, la guerra en Ucrania. Pero a pesar de toda esa información, de las imágenes explícitas que a menudo hieren nuestra sensibilidad, no somos capaces de imaginar lo que realmente supone vivir un conflicto armado.
Uno de los valores que aprecio de la literatura es su capacidad de ensanchar nuestra imaginación, de acercarnos a experiencias que no son propias pero que, al leerlas o escribirlas, las hacemos más inteligibles, tanto en el plano intelectual como afectivo. Estos días la editorial Galaxia Gutenberg ha publicado la novela 'Orfanato' de Serhiy Zhadan (traducción del ucraniano de Andrei Kozinets), que nos traslada al año 2014, cuando Rusia invade la región ucraniana del Donbás. Porque, recordemos, la guerra en Ucrania no comienza en febrero de 2022, por mucho que así lo parezca, y su historia no es tan simple como resume el argumento de la invasión rusa. La realidad es mucho más compleja, sobre todo en la región del Donbás, donde la participación civil en el conflicto armado ha sido mucho mayor y donde hay una larga y complicada historia de movimientos prorrusos separatistas.
Milan Kundera decía que la novela sirve para mostrar la complejidad de la realidad y parece que Serhiy Zhadan tiene el mismo concepto de la ficción al escribir 'Orfanato'. La novela se desarrolla durante tres días en los que su protagonista Pasha, un profesor de lengua ucraniana, se aventura por una ciudad ocupada y devastada donde todavía hay enfrentamientos armados, para ir al orfanato en el que vive su sobrino. Quiere salvarlo y llevárselo de vuelta a casa. Podríamos pensar, a partir de esta premisa, que Pasha es un héroe que no teme a las bombas ni a las balas, pero nada más lejos de la realidad. Pasha es un hombre timorato, desapasionado, que se ha librado de ser reclutado por una malformación en la mano, que por no involucrarse no se involucra ni en las peleas de patio de sus estudiantes, así que mucho menos en política. Es un tipo tan gris, con tan pocos arrestos, que durante buena parte de la narración ni siquiera sabemos de qué bando está. Porque se empeña en no estar en ninguno, no por convicción sino por una mezcla de miedo y desinterés. Hasta que, como es inevitable en las guerras, alguien se encarga de señalarle el bando al que pertenece.
La lectura de esta novela es como estar horas transitando una película. La potencia visual de las imágenes, la descripción de los olores (a sangre, a metralla, a perro mojado, a podredumbre), la sucesión de escenas en las que Pasha y después su sobrino se van encontrando con militares de uno y otro bando, milicias, grupos de mujeres y niños, heridos, cadáveres en descomposición, perros rabiosos... todo ello da forma a una narrativa que nos transporta no solo al escenario de una ciudad en ruinas, sino también a las vidas devastadas que la habitan. Una de las cuestiones que más me ha llamado la atención de esta novela es precisamente esto último: el centro, el interés de la novela, está en la vida de esas personas vapuleadas por el contexto. No tenemos muy claro de quién son o a quiénes apoyan las víctimas con las que se encuentran Pasha y su sobrino, si son prorrusos o son proucranianos. Pasha va reconociendo filiaciones a través de la lengua que habla la persona con quien se encuentra: ruso con acento ucraniano, ruso sin acento, ucraniano con acento ruso, mezcla de ruso y ucraniano... así sopesa quién es quién y, dependiendo de ello, dice que es maestro a secas o maestro de lengua ucraniana.
Cuando surge el tema de la guerra en las conversaciones, los personajes se limitan a preguntarse: «¿Sois de los nuestros?» «¿Estás con nosotros o con ellos?». Pero no queda claro quiénes son nosotros, quiénes vosotros, quiénes ellos, como si en el fondo, no importara tanto. Esta indefinición puede resultar molesta a un lector que tenga las ideas muy claras. ¿Cómo no va a importar quién mata a tu padre o viola a tu hermana? ¿Cómo va a dar igual quién es responsable de la destrucción de tu casa, quién aprieta el gatillo o quién da la orden de lanzar una bomba? ¿Es o no es un ejército invasor siempre culpable? Es cierto que importa. A mí me importa y, a pesar de la indefinición que muestra en buena parte de la novela, a Serhiy Zhadan también (de hecho, en las últimas páginas no hay duda de ello).
Pero creo que en un conflicto como el ucraniano, sobre todo en regiones tan complejas como el Donbás, donde la lucha no se da solo entre ejércitos (uno extranjero y otro nacional), la línea del frente se difumina y la responsabilidad por la violencia también porque, paradójicamente, esta es más ubicua y sus actores, como muestra Zhadan en la novela, no siempre son reconocibles: llevan el mismo uniforme, salvo por el distintivo de la bandera a veces difícil de ver, y comenten los mismos actos de violencia. Lo único que no se difumina es el sufrimiento, la destrucción, la muerte y la lucha por la vida.
En 'Orfanato' Zhadan nos traslada a la compleja realidad ucraniana través de Pasha, el maestro gris y poco atractivo que no tiene madera de héroe y su sobrino que, en tres días recorriendo el escenario del horror, se transforma de niño en adulto. Nos hace ver la guerra desde el punto de vista de quien la sufre sin armas, desde quien teme, huye, se esconde y, como puede, resiste. Porque esto hace la mayoría de las personas que sufren un conflicto armado: no matan ni pelean, si pueden solo sobreviven. No es fácil imaginar una guerra, pero gracias a 'Orfanato' de Serhiy Zhadan nos situamos un poco más cerca de poder hacerlo.
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