La convención del Partido Popular fue clausurada ayer por Pablo Casado con el exitoso lleno de la plaza de toros de Valencia, recinto emblemático de los mejores momentos de su partido. Entorno idóneo para reafirmarse como líder indiscutible del centro-derecha, y anunciar el advenimiento ... de una revolución liberal-conservadora que deje atrás el «trienio negro» del sanchismo. La itinerante convención popular afloró en los días previos al encuentro de Valencia un duro pulso entre la dirección nacional del partido y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Un pulso que puso en cuestión la égida de Casado, hasta que el sábado Ayuso desdijo aquello que había alimentado. Aunque no tuvo empacho en hacerlo como si se tratara de una generosa concesión, con visos de poder ser momentánea, a los propósitos de Casado. Mientras, resultaba temerario el empeño de Génova por amalgamar una amplísima sucesión de posturas, algunas de las cuales pusieron en aprietos la entereza del proyecto político popular. Solo cabía una síntesis final. La del propio Casado constriñendo la propuesta del PP a una versión unívoca de España. Una alternativa sin concesiones a la actuación del 'gobierno de progreso' PSOE-Unidas Podemos que, bajo el lema 'Creemos', reclama la confianza ciudadana en que todo será mejor cuando Pablo Casado llegue a la Moncloa y revoque la actuación de Pedro Sánchez.

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El entusiasmo de los presentes resulta siempre engañoso, porque la derogación del «trienio negro» punto por punto, el reverso de un sanchismo caricaturizado a conciencia, no asegura por sí misma la gestación de un país más próspero. Es lógico que Casado y los suyos traten de minimizar la dependencia que hoy tienen de Vox para gobernar comunidades y ayuntamientos, ocupando los espacios de frontera entre ambas formaciones desde la defensa del Estado autonómico. Pero, al considerar tantas demandas ciudadanas y tantas expresiones de la diversidad patria como artilugios izquierdistas, el PP tiende a dar la espalda a necesidades y aspiraciones a las que no es ajeno su público objetivo. Teniendo en cuenta además que Vox y sus sombras continúan siendo el factor movilizador más eficaz de las izquierdas. El otro riesgo que corre Casado es el del tiempo, que ayer quiso abreviar como si España ya estuviese en 2023, acuciado por Ayuso. Cuando la carrera electoral que lanzó desde Valencia puede volvérsele eterna y agotadora, aunque la demoscopia mantenga en cabeza al PP y mientras precise de Abascal.

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