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El regreso hoy a las aulas de los alumnos catalanes abrirá una 'vuelta al cole' que estará culminada en una semana en todo el país (el jueves en La Rioja) y que viene condicionada por dos factores dispares pero que se superponen en el curso ... recién iniciado: la aplicación de la nueva ley de educación –la Lomloe promovida por la hoy exministra Isabel Celáa– y las apreturas derivadas de la escalada inflacionista, que encarecerá los gastos escolares una media de 200 euros por familia; una cifra lo suficientemente notable como para hacer zozobrar la equidad y el acceso real a las oportunidades que ha de caracterizar un modelo educativo universal como el español. Pese a las fortalezas que ha ido acumulando el sistema que administran las comunidades autónomas y a las políticas públicas, como las becas, aplicadas para intentar garantizar que ningún estudiante quede excluido de las posibilidades formativas por su situación socioeconómica, los entornos más vulnerables siguen afrontando un mayor riesgo de marginación y de fracaso escolar. De hecho, enjugar esos desequilibrios es uno de los retos que anima la Lomloe, por lo que los gestores de este escenario educativo habrán de extremar la atención para evitar que los rigores provocados por la inflación ensanchen las brechas en las aulas. Que no se sucedan las renuncias porque a las familias no les alcanza para llegar a final de mes, una amenaza que interpela al entramado institucional y también al espacio doméstico de las escuelas. Un espacio que supo responder a un reto tan excepcional y exigente como el de la pandemia, felizmente superado en lo que supone el mayor motivo de sosiego y satisfacción en este curso de nuevo normalizado.
Al estrés derivado del elevado coste de la vida se le suma este septiembre escolar el vinculado a la aplicación de la Lomloe aprobada por una ajustada mayoría del Congreso en noviembre de 2020. Los «alfileres» con los que voces de la comunidad educativa dicen que está cogido aún el desarrollo de la normativa no solo apelan a un sobreesfuerzo para evitar disfunciones serias. Subraya, sobre todo, el peso en la mochila que comporta la inexistencia de un mínimo consenso en el país que evite que el marco de actuación y de aprendizaje cambie con cada relevo de Gobierno. Porque no hay nada más disuasorio para el compromiso personal y colectivo que interiorizar que la ley educativa de hoy se verá trastocada mañana a nada que cambie el juego de mayorías partidarias.
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