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Nueve de los doce diputados del PP asistieron este jueves al pleno, luego de regalarse una generosa ración de tigre para desayunar y (se supone) tener informados de cada minuto a los tres compañeros que evitaron someterse a semejante suplicio. Un suplicio excelso: según la ... RAE, adjetivo que significa «que existe en su máximo grado». Muy apropiado para definir la temperatura ambiente en el Legislativo regional, donde se corre turno en el banco azul a condición de que nunca pase nada. Salvedad sea hecha del tono agrio, aunque justificado en algún caso, que ahora distingue al principal grupo de la oposición, cuyo liderazgo ejerce el ceño fruncido de Jesús Ángel Garrido y su excelso verbo.
Excelso como excelsa fue la entrada en el hemiciclo de Diego Iturriaga, última víctima del reajuste de la maquinaria gubernamental. Otro que ya sabe que en el Palacete no se hacen prisioneros pero en el Parlamento sí se hacen amigos: porque recibió la solidaridad en forma de besos y abrazos de propios y ajenos, aunque el interesado se encuentra en esa clase de encrucijada tan excelsa donde no se sabe quiénes son unos y quiénes los otros. Su todavía jefa, Concha Andreu, miraba con el rabillo del ojo esa oleada de cariño que recibía su depuesto director general, quién sabe si con alguna envidia, mientras engrasaba la ración de hipérboles con que suele comparecer ante el atril. Este jueves fuimos informados de que «La Rioja está de moda» (la presidenta dixit), luego de lamentarse de que el PP hubiera desaprovechado la oportunidad para «reinventar La Rioja» (sic). Una idea excelsa, en todo caso. Alguien podría empezar por reinventar el Parlamento.
Donde el discurso dominante en esta X Legislatura aún incipiente sigue capitalizado por el lamento gubernamental a cuenta de (bingo) la herencia recibida. Un mensaje que carece de fecha de caducidad, aunque ya huele un poco a alcanfor, al que puede atribuirse los excelsos atributos con que la presidenta describió la conducta de sus predecesores: decadencia, melancolía, dejadez... La radiografía que justifica que ella ganara las elecciones. En consecuencia, el tipo de equipaje argumental sobrante. Nada excelso.
Entretenidas sus señorías de la oposición con meterle el dedo en el ojo a la presidenta, llega el turno de recetar la misma terapia a sus consejeros. Es Celso (González) quien responde a su pareja de hecho del otro lado del hemiciclo, Alfonso (Domínguez), y lo hace más contenido que de costumbre, aunque sin renunciar a la sonrisa. Esquiva las trincheras donde le quiere enredar su antecesor y sale del trámite airoso, excelso. Unos minutos después, la sesión se enfanga. José Ignacio Ceniceros cabecea disconforme con el rodillo de la mayoría desde su trono en la Mesa, Begoña Martínez comparece con la consistencia habitual, se oye por fin la voz de Raquel Romero... Todo excelso. Es inevitable sentir pena por Francis Gil: no sabe lo que se pierde.
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