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La ideología nos va a llevar a todos a la tumba. No las ideas, que ésas pueden incluso salvarnos. Pero sí los conjuntos. La manía de coger las cosas que pensamos y empaquetarlas de modo acrítico, haciéndonos 'partidarios de' o 'contrarios a' obedeciendo a ... etiquetas.
Eso de las ideas en pack, en fin, acabará con nosotros. Es una tragedia nacional (en realidad, una tragedia mundial) que el asunto del medio ambiente haya acabado siendo una cuestión de izquierdas o derechas. Que la gente muy de derechas tenga que pensar, por decreto, que ese asunto es una tontada. «El camelo climático», le llaman los de Vox, por mucho que tengan el consenso científico en contra. Qué sabrán ellos, claro.
Lo mismo pasa con la circulación. De verdad, ir en bici no es ser de izquierdas. Como no es más de derechas ir en coche. Debería estar fuera del juego entre políticos de un lado y del otro que las ciudades necesitan cambiar sus modos de circulación. Que, efectivamente, hace falta garantizar un mínimo tráfico de automóviles, pero que la tendencia inexorable del urbanismo moderno es a robarle al coche gran parte del espacio urbano que tiene monopolizado, y que otros modos de transporte, como el público o la bicicleta, son inherentemente positivos.
No, no tiene ningún sentido que se anime a una parte del electorado a considerar acríticamente malos temas cuya formulación básica debería estar fuera de debate, porque es obvia. Tenemos un problema con el medio ambiente, hay que cambiar el modelo de movilidad urbana. Y eso no es de izquierdas ni de derechas. Es evidente.
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