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Cuando un país tiene el dudoso honor de encabezar el ranking de incidencia tanto sanitaria como económica de una pandemia, sin que ese lamentable liderazgo cosechado en la primera oleada haya servido para enderezar el rumbo en una segunda anunciada con meses de antelación, es ... evidente que su comportamiento deja mucho que desear. De las diez regiones europeas más afectadas por el virus, nueve son españolas. Esa situación no es fruto de la casualidad y confirma la necesidad de detectar cuanto antes las carencias y errores que han impedido una intervención más eficaz a fin de subsanarlos con la mayor rapidez. Por ello tiene sentido la auditoría a cargo de expertos independientes reclamada por prestigiosos científicos españoles sobre la gestión de la COVID, similar a la realizada por otros países. Tras ser desoído su primer llamamiento en ese sentido lanzado en agosto, han vuelto a reiterarlo a través de la reconocida revista médica 'The Lancet' sin que las administraciones se den por enteradas. No se trata de buscar culpables ni de politizar una emergencia, sino de explorar respuestas a una crisis en la que han sobrado improvisaciones y faltado acierto.
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