COP29, relato de una decepción inaceptable
La falta de voluntad política es alarmante y contrasta con la dureza con la que golpea el cambio climático
Eva Saldaña
Directora ejecutiva de Greenpeace España
Viernes, 29 de noviembre 2024, 00:32
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Eva Saldaña
Directora ejecutiva de Greenpeace España
Viernes, 29 de noviembre 2024, 00:32
A veces cuesta encontrar el término que mejor describa un suceso, especialmente cuando se trata de algo de gran trascendencia y al mismo tiempo de gran complejidad. Es lo que ha sucedido en Bakú (Azerbaiyán) en la COP29, el momento en el que cada año ... los Gobiernos del mundo se reúnen para negociar qué hacer frente a la crisis climática. El resultado merecería muchos calificativos, desde vergonzoso hasta insultante, como de hecho expresaron muchas de las delegaciones de los países que exigían justicia climática porque están sufriendo ya las consecuencias del cambio y no tienen recursos suficientes para actuar.
Ha sido muy decepcionante porque nos jugamos mucho y cada día cuenta. No solo teníamos todos los datos encima de la mesa, proporcionados por la comunidad científica, de cómo este año se ha sobrepasado por primera vez el límite de calentamiento global de 1,5 grados, que es donde el Acuerdo de París señaló que no debíamos estar. También sabíamos que las catástrofes climáticas van a ser cada vez más graves y recurrentes, como hemos podido comprobar en España recientemente con la DANA de Valencia, que tantas vidas ha arruinado. Y también sabíamos que es posible evitar que los daños crezcan, pero que para ello hay tres condiciones: abandonar los combustibles fósiles, adaptarse para estar mejor preparados ante lo que seguro va a venir y sufragar las pérdidas y daños que se produzcan. Todo ello es posible: cuesta mucho dinero, pero mucho menos de lo que nos va a costar la emergencia climática si no actuamos a tiempo.
Con toda esa información y con el temor en el cuerpo, los representantes de los Gobiernos llegaron a Bakú. Había muchas decisiones que tomar, pero las más importantes eran tres: una financiación ambiciosa, planes concretos de abandono de los combustibles fósiles y proteger a la naturaleza y las personas de los riesgos de los mercados de carbono.
Comenzamos con mal pie con los mercados de carbono. El polémico Artículo 6 del Acuerdo de París llevaba desde 2015 arrastrándose sin consenso sobre cómo regular las reglas para cooperar entre países. Lamentablemente, lo acordado en Bakú es una falsa solución, que permite a los contaminadores comprar el derecho a seguir emitiendo gases de efecto invernadero, sin garantías de que eso que 'compran' realmente sea eficaz para reducir emisiones, ni que se pueda verificar, ni que se respeten los derechos humanos y los ecosistemas. Una estafa.
El abandono de los combustibles fósiles es el imperativo que ya se acordó en la COP28, cuando, por primera vez (¡tras 28 años!), se decidió pedir a todos los países una transición para dejar atrás estos reconocidos responsables del cambio climático. Este año tocaba avanzar para señalar cómo hacerlo. No ha sido posible. Siendo la cumbre, no por casualidad, en un país petrolero, con la presencia de más de 1.800 delegados de la industria fósil presionando, aun así no han conseguido que se dé marcha atrás sobre lo acordado. Seguimos donde estábamos. Tablas.
Y llegamos al nudo gordiano de la negociación, que condicionaba todo lo demás: la financiación. Numerosos informes señalaban el coste de la acción climática, incluyendo mitigación, adaptación y pérdidas y daños, en el orden de 5 billones de dólares al año. Se pedía al menos alcanzar un billón. Pero la negativa de los países del norte global a comprometer recursos ha dejado el resultado en menos de la tercera parte de lo que se pedía, a alcanzar solo en 2035, e incluye no solo financiación pública sino la privada que se «movilice» y créditos que habrá que devolver. En vez de ayudar, se intenta hacer más negocio. Esa racanería es especialmente indignante, a la vista de los miles de millones que obtienen de beneficio cada año las compañías de petróleo y gas, a las que se debe pasar la factura de la crisis climática que han provocado, mediante una fiscalidad verde que asegure que se recauda lo necesario para la acción climática, aplicando el principio de que quien contamina, paga.
La falta de voluntad política es alarmante y contrasta con la dureza con la que el cambio climático golpea la vida de la gente. Los intereses fósiles deben ser expulsados de estas cumbres. No podemos seguir esperando. Se han dejado demasiadas cosas importantes para la COP30 que acogerá Brasil en Belém, desembocadura del río Amazonas. Será la oportunidad para que naturaleza y humanidad se aborden con una mirada unificada, que integre la protección de la biodiversidad y la respuesta a la emergencia climática. Pero hará falta sobreponerse y generar contrapoder a la presión de las grandes corporaciones como las de los fósiles o la agroindustria. La cuenta atrás ya ha empezado. Resistiremos y persistiremos porque esta es la lucha por nuestro presente y nuestro futuro. No nos vamos a rendir.
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