La gestión de la primera pandemia global de la Historia y la administración de una campaña de vacunación a la altura del desafío planteado han puesto a prueba a las instituciones, desde la más pequeña y local a las más poderosas por su peso internacional. ... Si cada gobierno europeo se está viendo obligado a bregar con las particularidades de un coronavirus común en sus respectivos ámbitos de influencia, la UE, como comunidad compartida de retos, intereses y soluciones, afronta un trance nuevamente decisivo para su presente y su futuro tras superar la crisis financiera que estuvo a punto de acabar con el euro y la fractura política y sentimental del 'brexit'. La globalidad de las consecuencias del coronavirus confronta con un espejo igualmente global en las decisiones que se van adoptando contra la pandemia. El bienestar europeo y el cobijo de derechos y libertades que proporciona se sostienen sobre un complejo entramado institucional, en el que la ejecutoria comunitaria convive con las demandas y necesidades de cada estado miembro; una complejidad que hace que la gobernanza europea en esta crisis se mueva en parámetros distintos a los de estados soberanos como EE UU, el Reino Unido del 'brexit', la Rusia de dudosos anclajes democráticos o la China del autoritario comunismo de mercado. Pero las peculiaridades de la UE y los irrenunciables principios y valores a los que ha de someter sus decisiones, lejos de ser una traba, deberían constituir un incentivo para regresar a la vanguardia mundial en este trance histórico. No está siendo así: ni en la mayor diligencia que requerirían los fondos Next Generation ante la profundidad de esta crisis, tras el acierto de activar la maquinaria comunitaria de rescate a diferencia de lo que ocurrió en la debacle financiera de 2008; ni en la gestión de un proceso de vacunación gigantesco y vital, señalado por los escollos en torno a AstraZeneca y la inexistencia de una estrategia lo suficientemente sólida y coordinada para actuar de paraguas ante los nerviosismos nacionales. Europa se la juega en un contexto pandémico que está midiendo liderazgos y reajustando la geopolítica internacional con factores sobrevenidos como la producción de vacunas. El desplante en Turquía del presidente Erdogan a la máxima responsable de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, no solo supone un desprecio hacia ella y hacia el conjunto de las mujeres. Se permite desairar a una UE menguante en el concierto mundial.

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