Las previsiones económicas de la UE para esta primavera constatan ya la contracción de las expectativas comunitarias por el impacto de la invasión rusa de Ucrania, que adquiere la forma de una temible doble pinza: por un lado, el freno en la recuperación postpandemia al ... aminorar al 2,7% el crecimiento del conjunto de la Unión y al 4% el de España; y, por otro, el desbocado repunte de la inflación. La fuerte incertidumbre derivada de la impredecible duración de la contienda y de su resultado final obliga a los socios europeos a perseverar en la respuesta concertada a la crisis que ya permitió capear el destructivo coronavirus y a acelerar el programa de recuperación arbitrado, justamente, para contrarrestar los efectos del COVID-19; un programa que se asoma ahora al desafío de una Europa nuevamente en la trinchera económica por un cruel y anacrónico conflicto bélico. Pero aun cuando sea capaz de superar la amenaza sobrevenida para la paz y su bienestar socioeconómico, la UE ha de afrontar la singularidad de esta crisis tan condicionada por los flujos energéticos no como un reto coyuntural, sino como el síntoma preocupante de hasta qué punto se retrae su poderío en el mundo globalizado del que depende.
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