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El dictador ruso ha arrojado a la Unión Europea a su quinta crisis consecutiva desde 2008. Tras las convulsiones de la moneda única, la avalancha de refugiados, la ola de nacionalismo y el 'brexit' y la pandemia, los efectos de la guerra dibujan de nuevo ... un panorama muy incierto. La recuperación económica será más lenta y millones de desplazados llegarán a las fronteras de la Unión. Ante el horror diario en las ciudades de Ucrania, las instituciones de Bruselas y los Estados miembros están reaccionando con rapidez y acierto. No lo hicieron ante el derrumbe del euro. Tardaron más de dos años en dar con el diagnóstico adecuado, un mal diseño de la unión económica y monetaria. Las soluciones se empezaron a adoptar en 2010 con cuentagotas y dieron lugar a un enfrentamiento Norte-Sur poco aleccionador. La UE tampoco abordó con éxito la crisis de refugiados de 2015, que produjo una división Este-Oeste aún no cerrada. Ante la amenaza del 'brexit', sin embargo, hubo una respuesta europea de unidad y fortaleza y lo mismo se puede decir sobre la gestión de la pandemia en el ámbito económico, con la puesta en pie de instrumentos innovadores, fruto de una visión europeísta.
La curva de aprendizaje de los europeos no solo se mantiene, sino que crece ante la emergencia del conflicto desatado por un Putin descontrolado, que amenaza con armas nucleares y nos devuelve a lo peor del siglo XX. En pocos días, la lamentable impotencia de la UE y sus Estados para gestionar problemas geopolíticos de gran envergadura ha dado paso a medidas eficaces contra la potencia agresora. Se han puesto en marcha sanciones bien diseñadas contra el dictador y la cleptocracia que le rodea. La Comisión ha financiado envíos de armamento y se han desplegado mecanismos inéditos de acogida a los que llegan a la frontera europea. El canciller Olaf Scholz ha ejercido un liderazgo claro al reorientar de un plumazo la política exterior y de defensa de su país y aumentar el compromiso con la seguridad de todos. Nada de lo que se ha hecho, sin embargo, hubiera sido posible sin la alianza con Estados Unidos, verdadero garante de nuestra seguridad. La figura del presidente Joe Biden tiene algo de providencial, por mucho que se le acuse de debilidad. El experimentado político tiene demasiados problemas internos para poder ir más allá en las medidas de apoyo a Ucrania. Su prioridad exterior sigue siendo China. Pero en esta terrible crisis fortalece la relación transatlántica, al tiempo que Europa despierta y acepta ser dueña de su destino en un mundo peligroso.
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