La verdad es que he leído poca poesía, más inclinado como he estado siempre por la narrativa, las novelas y sus historias, ahora un poco por el ensayo y hace años, en las lecturas obligadas del bachillerato, por el teatro. Esos listados prescritos por las ... autoridades educativas ya los superé, porque los planes de estudios de entonces no hacían mucho por buscar futuros lectores sino más bien meros alumnos a examinar. Y supongo que mi desafección o distancia por la poesía sea una víctima colateral de todo aquello. No obstante, de vez en cuando picoteo algunos libros, los de Gil de Biedma, (Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde-como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante), de Antonio Colinas (Simonetta Vespuzzi, por tu delicadeza la tarde se hizo lágrima, funeral oración, música detenida) o Jaime Sabines (Rodeado de mariposas negras como almas y de agudos puñales que practican los muertos...).
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Felizmente, hace unas semanas mi amiga Marina Hidalgo, artista poliédrica y renacentista, me envió su último poemario, un manojo de poemas que han ayudado a reconciliarme otra vez con los versos. Hace años hizo lo mismo con su anterior libro 'Ramas de lluvia' (ilustrado por otro artista, en todos los sentidos, Armando Sanz). Cuando me puse a leerlo, me volvió a asaltar la eterna pregunta ¿para qué sirve la Poesía? Porque no tengo claro la respuesta lúcida en un mundo en el que todo se monetariza y solo vale o consta lo que cuesta. La respuesta fácil y casi de libro es que la Poesía es uno de los más valiosos intangibles de la humanidad. Pero es mucho más. La poesía son mantras, son sentimientos engarzados en la memoria que nos permiten un solaz entre los ruidos, el silencio y las muertes. Porque la Poesía sirve para vivir, para entender, para refugiarnos y para convencer. Pequeños sorbos de agua, o aire, o esperanzas que compartir y que nos repercuten en el alma como una canción o un recuerdo y que, probablemente, nos hagan mejores. O puede que todo lo contrario y la Poesía no valga para nada, o meramente sea juego o equívoco. O que las palabras se hagan imagen y semejanza, y al leerla nos sintamos héroes o dioses o villanos. O nos deje impasibles y alejados. La Poesía sirve para ver caer la lluvia y el tiempo, para paladear metáforas imposibles, para que los lunes de invierno sean noches de San Juan, o para que una caricia tenga el peso de una losa entre sus labios. La Poesía no será útil si miramos el mar desde sus palabras viendo solo una inmensa masa de agua, o un atardecer de otoño, o un juego de niños en la plaza de un pueblo una tarde de verano. La Poesía nos traerá preguntas o respuestas, inquietud o una calma infinita, la desesperación o la paz. O nada.
La nueva creación de Marina ganará premios en certámenes varios a los que ha concurrido, y espero que pronto vea la luz en forma de libro. Lo que está claro es lo que me ha traído a mí: una disculpa para volver a leer poesía, saborearla y que me ayude a sentirme vivo como decía el señor Keating y sus poetas muertos. Y tratar de conquistar con ella el mundo por la palabra, las emociones y los trinos en las ramas de un níspero.
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