El otro día se publicó la noticia del RoboTaxi, que lejos de ser una gracia sin gracia por los elevados precios de según qué carreras de este medio de transporte en las ciudades, era el ultimo invento u ocurrencia del bueno de Elon Musk. Pensé, ... más que en las obvias cuestiones de seguridad, en la pérdida de esa charlas con los conductores de casta y esas recomendaciones amables que prodigan cuando nos llevan a nuestro hotel. El magnate presentó esta nueva innovación tecnológica en una muestra de sus habilidades para el espectáculo, porque, eso hay que reconocerlo, sabe vender muy bien sus proyectos creativos e innovadores con una parafernalia sofisticada.
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Elon Musk llegó a nuestras vidas europeas hace unos años, con los pioneros, y minimalistas coches Tesla, eléctricos y carísimos vehículos que pronto se fueron haciendo un hueco en nuestras carreteras, aunque muy pocos podían adquirirlos y menos en otro color que no fuera el blanco. Cosas de Elon. Entonces este señor parecía el típico visionario de la modernidad y tenía un punto sofisticado y atractivo que hacía las delicias de propios y extraños. Luego dio un paso más, y se le ocurrió que su inmensa fortuna podría emplearse en conquistar el espacio, y presentó su empresa SpaceX con el encomiable objetivo de llegar a Marte, pasando primero por colonizar la Luna. Como si ir de viaje espacial, asequible según él para cualquiera, fuera como cuando cogemos un bus para irnos de vacaciones a Benidorm. No recuerdo si fue antes o después cuando se le ocurrió que necesitaba una plataforma para difundir sus ideas innovadoras y por eso compró Twitter, ahora X. Y a partir de esa adquisición, usa su plataforma para difundir bulos y desinformación, las más locas conspiraciones y sus particulares ideas sobre los derechos laborales de los trabajadores. Hace solo unos días, presentó Optimus, un robot humanoide en la mejor tradición de las películas futuristas, que, cosa de las prisas al parecer, no eran autónomos sino controlados de cerca por los solícitos y atemorizados empleados del magnate.
Pero como lo de conquistar planetas igual no es para mañana, ha apostado por uno de los candidatos a la presidencia de USA. Como sólo tiene 241.000 millones de dólares, ha donado 69 millones (como quien dice lo que usted o yo llevamos en el bolsillo como calderilla) a la campaña de ese otro megalómano que es Donald Trump. De hecho, lo hemos podido ver recientemente en un mitin con él, ya que el expresidente le ofreció un puesto como asesor para hacer los arreglos necesarios para que la administración americana fuera más eficiente. Un visionario y un sociópata juntos y probablemente sin límites, ¿qué podría salir mal?
La verdad es que, al margen de la excentricidad del señor Musk y que me parece un visionario peligrosísimo, a mí sus coches no me gustan. No solo por el precio. Es que me parecen sosísimos. Y si algún día cojo un taxi, me aseguraré de que el conductor pueda recomendar un bareto donde comer unas buenas patatas bravas o algo así. Camino de la estación del bus que me lleve a Benidorm.
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