Mi amigo Luis, que es el asesor en nuevas tecnologías de la cuadrilla, nos ilustró el otro día con una clase magistral sobre la Inteligencia Artificial y sus increíbles potencialidades. Es mi amigo un poeta de lo tecnológico y disfruta enseñándonos conceptos tan bellos como ... las súper cuerdas, los incomprensibles postulados de la termodinámica y otros fenómenos de física cuántica que él recita con soltura como si fueran sonetos binarios de unos y ceros.
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Esa tarde nos contó con ilusión que ChatGPT es un paso de gigante en infinidad de ámbitos de nuestra vida cotidiana, y que va a suponer un movimiento tectónico de la humanidad como lo fue la revolución industrial de la mano de la máquina de vapor. En las industrias, la inteligencia artificial hará que los procesos sean más eficientes (yo pensaba en los miles de puestos de trabajo que se eliminarán y las caras anónimas de esos restos de producción que serán los operarios innecesarios). La nueva herramienta también se usará en el ámbito médico, en la industria farmacológica, en los coches, o en nuestra nevera inteligente, que ya puede proveerse a sí misma cuando falta leche pero que ahora podrá elaborar una dieta acorde con los parámetros de la buena salud. En lo artístico ChapGpt será capaz de hacer un cuadro a partir de una poesía o de escribir un soneto analizando un cuadro de Monet. Yo, la verdad, prefiero que la poesía la pinte mi amiga Marina con los colores imposibles de sus metáforas con sabor a mar, o disfrutar del cuadro que me pintó mi hija de puño y letra con los pinceles del cariño y el talento.
A mí todo esto me parece casi mágico, y salvando las distancias me recuerda a cuando llegó la Termomix, un invento que también vino a cambiarnos la vida como la IA y que lo mismo te hace unos fabes (pobres puristas del guiso a pló-pló, como mis amigos asturianos) que unas croquetas de pollo, unos buñuelos de crema o unas patatas a la riojana.
Pero lo que me da un poco de miedo es dónde y cómo encontraremos la verdad y qué futuro va a tener la democracia tal y como la entendemos ahora, regulada y secular. Hemos visto al papa con un plumas de Óscar de la Renta y a Cristiano Ronaldo de vendedor ambulante en una favela paupérrima, hace unos años se interfirió en las votaciones de Estados Unidos y está claro que el resultado del referéndum sobre el Brexit también estaba dirigido por algoritmos secretos y sibilinos... ¿qué verdad será la definitiva? ¿Podremos distinguirla ahora que hemos superado la posverdad o tendremos que elegir entre todas las verdades que flotan en el río inabarcable de información en el que flotamos? ¿O nos darán ya elaborada Una Verdad distópica a la que tendremos que incorporarnos si no queremos ser apocalípticos en un mundo de integrados?
Supongo que Luis tiene también reparos y dudas sobre el futuro de la IA. Pero le puede la ilusión por estas innovaciones tecnológicas y hay que ver cómo le brillan los ojos cuando nos cuenta qué es el bosón de Higgs. Y le escuchamos absortos entre cañas y vinos.
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