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Y es que como estamos sumergidos en la corriente imparable de los WhatsApp, los correos electrónicos y los limitadísimos mensajes en X, ya no escribimos cartas a mano, ni las enviamos, ni las recibimos. Cuando abrimos el buzón de casa solo encontramos cartas del banco, ... de la cadena de supermercados con sus ofertas y la de un chamán que lee la mano, hace sortilegios y te busca la buena suerte entre huesos de ñu. Entre las prisas y la inmediatez hemos ido perdiendo esa manera de comunicarnos y la carta escrita ya casi no se estila y se va cristalizando como un vestigio de otros tiempos más apacibles. Mi abuela escribía cartas a sus primas en el Perú, las enviaba a Motupe y a Lima, y lo hacía usando unos sobres ligerísimos adornados de una orla de colores rojo y azul y un membrete 'by air mail'. Dentro ponía sus misivas escritas en papel de seda con una caligrafía finísima e inclinada hacia la derecha que mantuvo casi hasta el final. Yo imaginaba la carta a bordo de un avión de Iberia cruzando el Atlántico y volvía de meterla en el buzón de correos que había (¿lo sigue habiendo?) en la esquina del Espolón frente al Gran Hotel. Hace tiempo que no escribo ninguna y la última que recibí fue una postal de Marina que me mandó cuando fue con su familia al Fin del Mundo.

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larioja Cartas de otros tiempos