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Al principio empezamos mandando la basura que son los restos de nuestra civilización occidental a los confines del mundo, cuando éste tenía unas medidas inabarcables que adormecían nuestras conciencias. Dirigimos los buques derrengados por el tiempo y cargados de olvido, óxido y rumbos perdidos a ... embarrancar en playas remotas de Asia y África. Allí quedaban varados, contaminando el entorno con sus materiales tóxicos, mientras niños descalzos jugaban entre los hierros retorcidos (y a mí, al verlos, me vuelve el miedo atávico de la infancia por la antitetánica). Nos deshacemos de cantidades ingentes de ropa que tocaron otras pieles o puede que ni siquiera hayamos usado, y que se acumulan en el silencio abrasado del desierto de Atacama en Chile. Enviamos a otros lares los plásticos que no queremos y que vagan a la deriva por el Pacífico y se acumulan como una isla flotante y sin nombre. Mandamos a otras fronteras la basura en sentido estricto, los restos atómicos de las centrales que generan electricidad, y caemos en la paradoja de enviar allí nuestras empresas a fabricar dispositivos móviles con las bondades del trabajo mal remunerado para, una vez usados o finalizada la vida programada, devolver a aquellos países los restos inservibles en grandes contenedores.

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larioja Basura