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Aquí donde me leen, tan bien conservado que ni en formol, este mes hará ¡cincuenta años! que empecé la carrera de Medicina en la Facultad de Zaragoza. Para matricularse entonces solo había que aprobar el preu y aquel curso 1970-71 fuimos unos 1.400 ... alumnos en primero, extremo excesivo del que se pasó al opuesto de 120 en el curso 1996-97. El año en que me licencié (1976) comenzó el programa MIR (médicos internos residentes) para formar especialistas en los hospitales que el recién creado Ministerio de Sanidad acreditaba para la docencia, y a partir de entonces sin el título no se puede trabajar ni en los hospitales públicos, primero, ni en los centros de salud después.
Hoy España es el segundo país con más facultades de Medicina por habitantes después de Corea del Sur, con un aumento del 50% (de 28 a 42) en la última década, pero el número de plazas MIR cada año es muy inferior al de nuevos licenciados, así que la bolsa de médicos sin posibilidad de especializarse aumenta en unos 4.000 cada año, sin más salidas que emigrar o el paro. Entre 1980 y 2003 se ofertaron 82.704 plazas de MIR para los 141.273 licenciados en ese período, y para paliar el déficit de especialistas se creó la figura del mesto (médico especialista sin título oficial). Seguimos sin aprender, y este año más de 15.000 aspirantes optan a 7.512 plazas (300 reservadas a licenciados extranjeros).
Durante décadas y bajo todos los gobiernos y gobiernitos (ahora cada nefasta Comunidad Autónoma oferta las plazas MIR de su terruño), no ha existido un plan estratégico nacional para cubrir las futuras necesidades de médicos. Si ello añadimos que: (1) los residentes siempre han sido carne de cañón y obra de mano barata explotada, (2) de mayores les esperan contratos basura e interinidades perpetuas, (3) un médico español cobra un 45% menos que un francés y un 60% que un alemán o británico, (4) la mitad de los médicos españoles en activo tienen más de 50 años y (5) se aproxima una avalancha de jubilaciones, si el panorama del futuro médico en España ya era sombrío antes de la epidemia, ahora, con el colectivo agotado y desmoralizado, es negro azabache. Así que, cuando alguien denuncia que faltan médicos especialistas y exige «que pongan más», río por no llorar: a ver, ¿de dónde los sacamos, si formarlos lleva un mínimo de seis años de carrera más de tres a cinco de especialización? Tranquilos: nuestros mediócratas pretenden facultar como especialistas a recién licenciados que no pudieron acceder al MIR. A este paso, lo siguiente será ponerles la bata blanca o el pijama verde a estudiantes de quinto curso con hasta dos asignaturas suspendidas. Después del medio siglo del que doy fe haciendo tan mal las cosas, la chapuza continúa. Que Esculapio nos asista.
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