Confieso que no tengo carné de conducir y que no me siento orgullosa de ello; al contrario, me parece una carencia y un atraso. Lo cierto es que me apunté a una autoescuela a los 36 años, junto a mi amiga Pilar. Sé la edad ... exacta porque fue justo un mes después de que aprobáramos la oposición para trabajar en el Ayuntamiento de Logroño. El caso es que ella lo sacó y yo tiré la toalla sin tener una explicación para este abandono; quizá influyó el cansancio de tantos meses estudiando. Recuerdo perfectamente aquel agotamiento físico y mental, eso sin mencionar el desgaste que provoca el miedo al fracaso.

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Esta misma sensación de esfuerzo la he vuelto a vivir con mis dos hijas y mi yerno en la última convocatoria de profesores de secundaria. Los tres sufrieron bastante y después de años de interinidad finalmente, aprobaron. Como les digo, no fue fácil; les costó sangre, sudor, lágrimas y dinero. Todo ese sacrificio mereció la pena porque la estabilidad de una plaza fija les da seguridad y repercute en la calidad de la enseñanza y en sus alumnos. Mi hija mayor y mi yerno viven en Logroño, pero la otra se presentó en Canarias y reside allí, con lo que eso supone. Me consta que hay muchas personas jóvenes que están fuera de su casa y lejos de su familia por este motivo pero es el único modo de que puedan ejercer su profesión.

Yo defiendo que el acceso a la Administración pública sea por oposición con un tribunal justo que garantice la igualdad de oportunidades. El actual sistema, aunque no es perfecto, es la única forma de que los seleccionados sean los más preparados. Así que para mí es evidente que ser empleado público no puede tener ninguna relación con la afinidad política al gobierno de turno.

Les cuento todo esto por una reciente portada en este mismo diario que decía literalmente: «Concha Andreu crea una administración paralela para la gestión de los fondos europeos. Las fundaciones para la Transformación y del Envase sumarán 23 puestos nuevos, con la contratación indefinida como regla general». Desgraciadamente el favoritismo no es algo nuevo en esta comunidad autónoma.

Me parece muy mal, ya que considero que trabajar por tener el carné de un partido político es como si a mí me dejaran conducir con mi carné de la biblioteca. Además de ser un agravio y un desprecio para todos los jóvenes que actualmente se están preparando oposiciones y para las familias que les apoyan, porque no olvidemos que opositar supone una inversión y una apuesta importante. Además, la función pública es pieza clave en el Estado de derecho, los empleados tienen que prestar su servicio a los ciudadanos y no a los gobernantes que les han nombrado sin criterio técnico ni profesional.

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Eso sí, la única satisfacción es que ni mi familia ni yo le debemos nada a nadie y que, por ejemplo, puedo expresar mi opinión libremente sin miedo. Porque, dicho sea de paso, no somos estómagos agradecidos.

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