Ilustración: Adrià Voltà
Opinión

La sempiterna lacra del racismo

El Foco ·

Es preciso garantizar la igualdad de trato, la humanización de los procesos migratorios, el respeto a los valores democráticos y el aprecio a la diversidad cultural para afrontar un problema que sigue enquistado en nuestro país

Estebán Ibarra

Presidente del Movimiento contra la Intolerancia

Domingo, 9 de junio 2024, 00:46

En los años 90 participé en una conferencia con un funcionario de la ONU adscrito al Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, en la que sostuve que la senda a impulsar debía basarse en la educación y en las leyes antidiscriminatorias para erradicar ... definitivamente esta lacra. Me miró con aprecio y benévolamente me dijo: «Siga usted por ese camino, pero le aviso de que su erradicación total tiene una difícil fecha». Le comenté que deberíamos achicar sus espacios de proyección todo lo posible y evitar su propagación. Ahí me dio la razón y su ánimo.

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La Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial sostiene en su artículo 1 que por este concepto se entiende «toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural o en cualquier otra de la vida pública». La Constitución española incorpora este tratado.

El racismo, la xenofobia y la intolerancia asociada, como el antisemitismo, antigitanismo, islamofobia, extranjerización, supremacismo, estigmatización o el rechazo y desprecio religioso e ideológico relacionado son las causas más frecuentes de odio, hostilidad, discriminación y violencia, según los informes internacionales. Y continuos los avisos sobre la necesidad de combatirlos para proteger la dignidad de la persona y sus derechos fundamentales.

Quien burdamente califica a todo un país de racista o utiliza expresiones generalizadoras hacia una institución o hacia un ámbito social, sea del tipo «el futbol es racista» u otros semejantes, está incurriendo en una calificación que engloba a todos, cuando por justicia el lenguaje debe partir del reconocimiento de que existen conductas e incluso, si se aprecian, manifestaciones estructurales pero la estigmatización del todo en nada contribuye al avance de la lucha contra el racismo.

El concepto de raza no existe científicamente; la diversidad del color de piel obedece a la adaptación al medio

La xenofobia existe. Es una actitud y conducta de rechazo, desprecio y falta de respeto hacia personas extranjeras o percibidas como tales, que sufren hostilidad, odio, segregación, marginación, privación de derechos, discriminación e incluso amenazas y violencia. El rechazo de la igualdad de trato empleo, sanidad, educación, vivienda o atención asistencial se constata y evidencia en situaciones discriminatorias de la vida cotidiana. A ello se añade el hostigamiento hacia los inmigrantes que impulsan grupos xenófobos en internet y redes sociales o en las calles, con consignas tipo 'stop la invasión' o 'nos quitan el trabajo', o acusando a los inmigrantes de delincuentes.

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No obstante, hay problemas reales, como los flujos migratorios irregulares e inseguros. Solo abordándolos seriamente venceremos la manipulación populista en los diferentes ámbitos sociales e institucionales, avanzando en la gestión de la igualdad y de la diversidad en nuestro país. Los asaltos de frontera, los episodios de violencia de grupos delincuenciales o una deficiente política de inclusión y ciudadanía contribuyen a la xenofobia.

La intolerancia y el discurso de odio racista dificultan que España avance en una inclusión fundamentada en la integración, senda en la que se situó nuestro país hace décadas, con el pueblo gitano, los inmigrantes u otras minorías sociales. En cuanto a la inmigración, urge afirmar una tridimensionalidad de la política migratoria europea, basada en cooperar en el desarrollo humano en los países de origen para que nadie se vea forzado a migrar, fundamentada en el control de flujos migratorios y fronteras; por tanto, en una política activa de inmigración segura, ordenada y regular y, por supuesto, con integración, lo que conlleva intervenir para erradicar la xenofobia porque nadie se integra si no le dejan.

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El concepto de raza no existe científicamente. La diversidad de color de piel, de aspecto físico o fenotipo obedece a la adaptación humana al medio. Así lo afirma la Unesco desde 1950. Sobre ese concepto pivotaron las distintas mutaciones de las tesis racistas que hoy emergen como el racialismo, sostienen que la persona es lo que su grupo «racial» de pertenencia «es». Para estos, la individualización de la persona en «su grupo racial» no existe. Una visión esencialista que fomenta el odio y la intolerancia racista.

Solo venceremos la manipulación populista abordando seriamente los flujos migratorios irregulares

La diversidad humana es muy grande. Existe una pluralidad de aspectos físicos; una gran multiplicidad de culturas, idiomas y comportamientos. La aplicación de la mentalidad clasificatoria a todo tiene sus peligros porque la construcción del concepto de raza y la adjudicación a la clasificación racial es en sí una forma de racismo. El 'apartheid' exhibía la conveniencia de que los diversos vivieran de forma separada, un postulado que defienden aquellos que se oponen al mestizaje.

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La respuesta debe contemplar la inclusión y la política de integración intercultural como proceso bidireccional basado en un esfuerzo mutuo, que ha de garantizar la igualdad de trato, la humanización de los procesos migratorios y los valores democráticos, junto al respeto y aprecio de la diversidad cultural. Una política que ha de considerar también la perspectiva de género y un enfoque de derechos humanos; y construirse desde el pilar de la garantía por el Estado de los derechos fundamentales para todos y con la argamasa de una tolerancia solidaria que salvaguarde la dignidad humana.

La dinámica de la intolerancia sabemos cómo empieza, pero nunca alcanzamos a ver las altas cotas de barbarie en que puede culminar. En el grado superlativo del paroxismo racista, los 'científicos' de la Alemania nazi llegaron a establecer escalas de proximidad y lejanía de lo humano en función de características externas y sociales de las personas, llegando a determinar quiénes eran 'subhumanos' y 'vidas sin valor', lo que abrió paso al Holocausto. Como dijo Martin Luther King, no hay que permanecer callados porque «el final de nuestras vidas comienza el día en que nos volvemos silenciosos sobre las cosas que importan».

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